Y vos ¿a quien cargás?

Somos seres sociales y en la interacción con otros, los apoyamos y nos apoyamos. He ahí gran parte de la necesidad que tenemos de tejer vínculos con los demás y lo importante que es la red social que conformamos desde nuestra infancia y que vamos complejizando a lo largo de nuestra vida.
En ese apoyo recíproco, aprendemos a ceder parte de nosotros pero a la vez entendemos que los otros también habrán de hacer lo mismo, así sea en magnitudes diferentes. Nos ayudamos, nos soportamos y nos permitimos cargar en parte la realidad del otro, con cierta certeza de recibir algo semejante cuando sea necesario.
Sin embargo, es común encontrar personas que, independientemente de su rol, se cargan a otros de manera casi completa y asumen de forma estoica el cuidado permanente de alguien (a veces sin que este lo necesite). Desde un lugar culpabilizador y angustiante, se ubican frente a la realidad del otro como si su presencia fuera requerida por siempre, pero a la vez sienten el agobio de una labor que quisieran dejar de cumplir.
En consulta psicológica y fuera de ella, me he encontrado con mujeres que son madres y que se encuentran en el borde del colapso desde su función maternal. Sus hijos ya adultos siguen siendo ubicados en un lugar infantilizado y la sensación de tener que estar protegiéndolos de manera continua y de tener que mantener su presencia de forma permanente les roba gran parte de su energía, de su tranquilidad y de su equilibrio.
Ahora que soy padre me doy cuenta del vínculo que se construye con los hijos y de las sensaciones tan potentes que se generan en esa relación. Sin embargo, ello me reafirma la necesidad de mantener la cercanía y tejer vínculos sólidos y permanentes, pero a la vez de favorecer la independencia y de seguir tejiendo mi propia independencia.
Aunque los hijos siempre serán para los padres «sus niños», hay momentos en los cuales es fundamental, para ellos y para nosotros, soltar y permitir que las cosas tomen su rumbo. Ello no implica abandonarlos a su suerte pero sí es un acto que puede permitirles consolidar sus decisiones y que a la vez, asuman los efectos que tienen sus actos en la realidad que los circunda.
Esto no solo ocurre con las madres ni exclusivamente se refiere a algo propio del entorno familiar, pero es mucho más fácil identificarlo en este lugar que se basa en la construcción de vínculos afectivos. Esto también puede ocurrir en las relaciones con los amigos, en el entorno laboral y en la vida de pareja y ello toma la forma de hacerse cargo del otro de manera completa y cargarlo como si de ello dependiera nuestra vida.
Hacerse cargo de lo que al otro le corresponde, no es ayudarlo. Es profundizar su limitación y hacer que la misma, tienda a no resolverse. Vale la pena revisar las cargas innecesarias que asumimos en la vida y comenzar el proceso para soltarlas. No solo por nosotros sino por los otros, es algo que vale la pena resignificar y resolver.