Tengo un no sé qué, en no sé dónde

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Las frases del sentido común dicen más de lo que muchas teorías podrían expresar. Recogen el sentir de las personas y descifran lo que les ocurre a muchos. Posiblemente esa sensación de “tengo un no sé qué en no sé dónde” puede aplicarse a muchas situaciones, pero estoy seguro que todos nos vemos identificados de una u otra manera con ello. Tal como lo plantean con bastante frecuencia las personas en psicoterapia, la sensación general que los define es la de “estar bien pero no del todo”. En algunos casos la describen como un pequeño y constante ruido interno que no se resuelve fácilmente, como una pequeña angustia que no se va y como un estado de ansiedad y tristeza que, aunque no es profunda, no les permite sentirse tranquilos.

Como psicólogo, soy un convencido de la necesidad de hacerse cargo en la realidad cotidiana, de sensaciones y emociones que posiblemente no son muy gratas. El dolor, la tristeza, la angustia, el desánimo y la desidia, por ejemplo, son elementos que culturalmente son denigrados, pero que en la realidad psicológica de cada persona son también necesarios. Ellas nos permiten entender el balance de la vida y sin ellas posiblemente la felicidad, el gozo y la plenitud no serían fácilmente identificables. Tener un no sé qué en no sé dónde, no es en sí mismo un problema, ni una patología, ni una dificultad. Lo complejo se encuentra en permitir que la sensación se mantenga durante semanas y meses sin hacer nada para que ello no se profundice ni se agudice. Es allí, en donde la problemática comienza a surgir.

Mirarse y conocerse

Muchas cosas en la vida comienzan desde lo más pequeño y sutil. El amor, los amigos, lo económico. Es a partir de palabras, actos y decisiones, que se van consolidando grandes proyectos. Lo mismo ocurre con la realidad propia; es a través de pequeñas acciones que podemos darnos cuenta de nuestras características personales, mirarnos y conocernos. Es un ejercicio que dura toda la existencia y que requiere entrenamiento y disposición. Aunque suene paradójico, cuando las personas llegan al consultorio con la sensación de tener “un no sé qué en no sé dónde”, me alegro por ellas. Así no tengan mucha claridad sobre lo específico de su sensación, han avanzado en la identificación de su sentir y en la lectura de su realidad particular. Aunque parece obvio que todos tenemos las condiciones para hacer ese ejercicio, a veces estamos tan llenos de ruido y tan contaminados de aquello que nos roba el día a día, que lo último que hacemos es escucharnos, vernos y sentirnos.

Como psicólogo hay algo en lo que insisto una y otra vez cuando tengo posibilidad de expresarlo: así como es necesario educar en lo teórico y en lo técnico a los niños y a los adolescentes, es fundamental educarlos en asuntos relacionados con el desarrollo de elementos relacionados con la inteligencia emocional y con la capacidad de hacerse responsable de los actos. El bienestar emocional no es un sinónimo de perfección, sino una construcción de una forma de vida que se construye en torno a la coherencia. Si se desbordan las expresiones emocionales y esto tiene efectos negativos en los comportamientos, más allá de culparse o de nombrarse con alguna patología mental, es necesario responsabilizarse de las consecuencias y buscar alternativas para reparar aquello que se ha alterado. Buscar formas para no reiterar dichas situaciones hace parte también de este proceso y permite que no sólo se reflexione sobre la realidad propia, sino que también se tomen decisiones en torno a la misma.

Hacerse cargo de sí

Con mucha frecuencia las personas que asisten al espacio de la psicoterapia, independientemente de su edad, me expresan que es la primera vez que acuden a un psicólogo. Por muchas razones han evitado hacerlo o si se han acercado a esta alternativa, no se han sentido cómodos o han generado algunas resistencias para mantenerse en el proceso. Tener un no sé qué en no sé dónde, posiblemente no se resuelva rápidamente ni de manera definitiva asistiendo a psicoterapia con un psicólogo, pero sí es el inicio de un camino en el cual será más posible hacerse cargo de sí mismo en aquellas situaciones en donde la solución a ciertas dificultades no se encuentra y en donde el malestar comienza a transformarse en sufrimiento.

¿Qué puede ocurrir si la pregunta por sí mismo se asume y se busca recuperar el equilibrio emocional? Propongo dos elementos que pueden ayudar a tomar la decisión de buscar ayuda, de encontrar alguien con quien hablar y de tomar las riendas de la vida emocional desde la responsabilidad propia.

Se promueve la salud mental y se identifican alternativas para construir la vida desde las potencialidades y capacidades. Estamos acostumbrados a vernos desde la dificultad, desde lo que nos falta y desde lo que nos angustia y dejamos de lado esa otra dimensión que hace parte de nuestra realidad. Promover la salud mental en lo individual permite que en los vínculos con los demás, se construyan nuevas y mejores formas de interacción.

Se previene la aparición de alteraciones mentales. Aunque pueden existir predisposiciones biológicas para que las patologías psicológicas aparezcan, normalmente son asuntos que se van construyendo paso a paso y situación a situación. Son acumulados de malestar a los cuales no se les presta atención y que lenta y progresivamente van tomando el control de la vida emocional. Leerse y conocerse, permite identificar cuándo el malestar puede convertirse en sufrimiento y tomar decisiones en torno a ello.

Más allá de la edad o de la condición social, económica, profesional o laboral que tengamos, hacernos cargo de nuestra vida es una responsabilidad que sólo podemos asumir nosotros mismos. Esto más allá de ser una dificultad es una excelente posibilidad ya que es en nosotros mismos en donde podemos encontrar la salida a eso que nos aqueja. Si esto lo acompañamos con la presencia de un profesional, los efectos serán aún más potentes y significativos.

 

Por Juan Diego Tobón Lotero
psicologojuandiegotobon@gmail.com


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