Soy Psicólogo

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La psicología hace parte de mi vida. Podría decir que es casi tan importante como respirar y que está todo el tiempo en mi cotidianeidad. Si intento pensarlo, difícilmente recuerdo mi existencia sin eso que hoy me define como profesional y que marca una forma de ver la realidad y de entender la vida.

Sin embargo, no me la paso “psicologizando” a todos y a todo, ya que eso sería agotador y poco respetuoso. La psicología hace parte de mi esencia y es parte de mi día a día, pero técnicamente soy psicólogo dentro de mi consultorio, dentro de mi actividad docente ya que tengo que revisar contenidos propios de mi saber profesional y cuando estoy en una actividad ligada laboralmente con mi hacer.

Esto de la psicología y de ser psicólogo me llegó por una vía poco ortodoxa. Aunque fue mi tercera opción dentro de mi camino de decisión profesional, ya hace 23 años se convirtió en mi ruta principal y en mi labor central.

Aunque normalmente no hablo de mí en estas columnas, creo que se llegó el día para hacerlo y la fecha que acaba de pasar lo amerita. El 20 de noviembre fue el día del psicólogo en Colombia y siento que es un momento importante para hablar de eso que significa para mí la psicología y de lo que implica ser psicólogo hoy en el siglo XXI.

Un poco de mi historia

Estudié en un colegio religioso de la ciudad y sólo hasta séptimo recuerdo haber conocido a la psicóloga del colegio cuando fue a dar una noticia terrible a uno de mis compañeros. Allí supe que una de sus tareas era lidiar con eso que tiene relación con el dolor, con el sufrimiento y con la angustia.

Finalizando el bachillerato la misma psicóloga nos aplicó a mis compañeros y a mí unas pruebas de orientación vocacional. Allí tuve la oportunidad de hablar con ella por primera vez de una manera más formal y supe que esa era otra de sus labores: acompañar a las personas en torno a la toma de sus decisiones.

Comencé a estudiar Comunicación Social y durante cinco semestres conocí algunos psicólogos. Uno de ellos fue nuestro profesor, otras eran psicólogas de Bienestar Universitario y algunas eran novias de algunos amigos. Me parecía una profesión interesante pero no algo que hiciera eco para mi vida. Sin embargo, ahí supe que era una labor con muchos campos de acción y con multiplicidad de perspectivas y abordajes.

Luego de pensarlo y de sentirlo, “me fui de cura” y entré a una comunidad religiosa. Aunque nunca fui muy practicante de los ritos religiosos, desde los catorce años me vinculé con actividades sociales y tenía claro que quería ayudar a las personas. Esta decisión fue un cambio de rumbo importante en mi vida y allí estuve tres años. Conocí sacerdotes que eran psicólogos, así como otros tantos que no lo eran y que trabajaban en universidades, colegios, empresas, consultorios y con comunidades. Así supe que era una profesión que implicaba un profundo saber académico, así como una necesaria vinculación con los demás.

Después de un proceso de varios meses decidí retirarme de la comunidad religiosa y me enfrenté a una compleja decisión: ¿qué hago con mi vida? Pensé en retomar comunicación social o en estudiar licenciatura en educación, pero la psicología se apareció como una opción que me permitía trabajar con otros y profundizar en lo académico. Ya de eso han pasado un poco más de dos décadas. He hecho muchas cosas como psicólogo y espero que sean muchas más décadas haciendo esto que mueve profundamente mi deseo.

La psicología hoy

Distinto a lo que pasaba hace varias décadas, todos hemos escuchado de la psicología, muchos hemos ido donde algún psicólogo e incluso, podemos tener amigos o conocidos que se dedican a esta profesión. En la radio, en la prensa o en la calle, se habla de contenidos ligados con la psicología. Asuntos amorosos, el trabajo, las alteraciones mentales, la violencia, la salud mental, la crianza y muchos otros asuntos, son temas del día a día que relacionamos con eso que hacen los psicólogos.

Celebrar el día de esta profesión, que hoy cuenta con más de 130.000 egresados en el país, implica hacer un reconocimiento a cada uno de estos profesionales. Bien sea en un consultorio, en una empresa, en una institución educativa, con una comunidad o en muchos otros escenarios, cada uno de ellos intenta, desde múltiples perspectivas teóricas y técnicas, acompañar a las personas y a los grupos en torno a asuntos significativos de su realidad.

Los psicólogos no sólo atendemos personas con dificultades mentales o a individuos con grandes problemáticas. También estamos presentes en procesos que implican el despliegue de las capacidades y potencialidades de las personas y de las comunidades y acompañamos asuntos ligados con la promoción de la salud. Esa es, fundamentalmente, nuestra tarea más importante y que incluso por Ley, se encuentra establecida.

Admiro profundamente a mis colegas y valoro su trabajo. Más allá del lugar en el cual realice su labor o del tipo de personas con quien lleve a cabo su actividad, estoy seguro que en su actuar prima la construcción del bienestar, la escucha atenta y el acompañamiento a quien requiere de apoyo en algún momento específico, bien sea para mitigar una angustia o para potenciar una cualidad.

El trabajo con lo humano, con el individuo, con las organizaciones y los grupos, son asuntos requeridos en la contemporaneidad. En un mundo altamente tecnológico, se hace necesario recuperar el valor de la palabra, el sentido de la conversación y el vínculo con el otro. El psicólogo y la psicología tienen hoy una gran relevancia más allá de la consulta clínica individual y tiene que ver con el acompañamiento social en pro de mejores condiciones para vivir, para ser y para estar.

Aunque somos falibles y los errores en nuestro actuar también estén presentes, vale la pena poner la mirada en estos profesionales que se forman para acompañar a otros en la búsqueda de sus propios caminos. Nuestra responsabilidad ética implica que a la par de apoyar a otros, también busquemos ayuda cuando lo necesitemos. Esa es la garantía para hacer una labor más posible y coherente.

Celebro mi profesión, me alegro de haber tomado esta decisión formativa hace ya varias décadas y felicito a mis colegas en su día. Que sea la oportunidad para revisar nuestro actuar, para resignificar el sentido de nuestra labor y para construir juntos alternativas de desarrollo favorables para otros y también para nosotros.

 

  • Columna publicada en la edición impresa del Periódico Gente el 22 de noviembre de 2018

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