Vivir (o sobrevivir) a las relaciones de pareja

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Los seres humanos somos sociales por naturaleza y tenemos predisposición a construir vínculos con otros. Somos individuos que nos constituimos más allá de nosotros mismos y que no sólo podemos comunicarnos y vincularnos con otros, sino que necesitamos de las relaciones sociales para llevar a cabo nuestra vida diaria. Desde que nacemos y hasta que morimos, pertenecemos a vínculos sociales: la familia, la vida escolar, el barrio en donde vivimos, el trabajo, los amigos y muchos otros escenarios, hacen parte de esa condición interactiva, propia de nuestra especie.

“Desde que nacemos y hasta que morimos, pertenecemos a vínculos sociales “

Uno de los vínculos sociales más importante para los seres humanos, que no es impuesto y que decidimos de manera voluntaria e intencionada, es el de las relaciones de pareja. Sepamos o no las razones de ello, hay personas que nos atraen física, mental, social y psicológicamente, y desde allí tomamos la decisión de acercarnos o de permitir que la otra persona se nos acerque. Dicho proceso toma a veces días o semanas, e incluso meses o hasta años; en muchos casos de todo ello se desprende como consecuencia, una relación de pareja. El inicio de dicho vínculo normalmente está acompañado por una pasión desbordada, un afecto inconmensurable y una felicidad que brota por todos los poros. A cada uno de los integrantes de la pareja se les nota revitalizados, llenos de energía y felices, y pareciera que por fin aquello que buscaban, les llegó a su vida.

Más allá del modelo bajo el cual formalicen su relación (novios, amigovios, amigos especiales, esposos, compañeros), dos personas comienzan a construir su experiencia como pareja y ubican en el presente y en el futuro, su ideal de lo que desean conseguir, de lo que desean alcanzar y de lo que desean ser. Tener o no tener hijos, comprar o no comprar un lugar para vivir, compartir o no espacios comunes, mantener o no la cercanía con ciertas personas y muchas otras situaciones propias de la cotidianidad, comienzan a ponerse en escena en la vida de pareja. Ello puede generar tensiones y dificultades que se irán resolviendo, o que por el contrario, comenzarán a mostrar disparidades y lejanías en las posturas de vida. Lo que al inicio no se había identificado como fractura, comienza en algunos casos a ser visto como un gran boquete y la relación comienza a desmoronarse.

Aunque es imposible generalizar, muchas parejas experimentan sensaciones de incomodidad y de sufrimiento al hacer parte de ese vínculo que libremente decidieron construir. Eso que los hizo vibrar de manera individual y que hizo que se sintieran  plenos, se convierte en un espacio de zozobra, de angustia y de malestar. Aquello que se había deseado como la mayor apuesta de vida, termina siendo algo que se instala en el lugar de la sobrevivencia y en una pregunta que toca la existencial: ser o no ser más pareja.

Es claro que toda
relación humana implica tensiones y conflictos, y de ello no se escapa ninguno de nosotros. Aunque ello puede ser visto como algo complejo o incluso innecesario, es una condición importante que nos permite de manera individual y colectiva, construir nuevas maneras de ver el mundo. Es a través de los conflictos, las crisis y los problemas, como avanzamos y como desarrollamos nuevas estrategias para ser y para estar en el mundo. Pensar en un individuo sin problemas o en una relación de pareja que vive el ideal de la perfección, implica salirnos del terreno de lo humano y ello es una falacia que tarde o temprano se cae por su propio peso.

¿Qué hacer entonces para vivir y disfrutar la relación de pareja a pesar de las dificultades que se presentan, y no sólo sobrevivir a la misma como si fuera un ejercicio de aguante y de sacrificio? La respuesta no es fácil y las alternativas de abordaje de ello pueden ser múltiples, pero algunas pistas pueden brindarse en torno a ello.

Identificar que las relaciones de pareja se transforman, mutan y cambian día tras días, es uno de los asuntos más importantes que los integrantes de las mismas, han de tener en cuenta. Además, asumir que lo que fue el punto de inicio y el elemento de unión como pareja también se transforma, es otro elemento fundamental que puede ayudar a asumir las crisis y hacerles frente. De otro lado, hacer consciente que las crisis son parte del desarrollo esperable en la vida de las parejas, puede hacer si no más tolerable, si más comprensible la existencia de estos momentos. Todas las parejas tienen dificultades y será decisión de cada una de ellas, si se mantienen juntos o no.

Más allá de decir hasta cuándo debe aguantar una pareja el conflicto y no separarse, de identificar cuál es el mejor momento para cerrar la relación o de definir si una pareja efectivamente es compatible, si tiene las capacidades para resolver las crisis y si podrá mantenerse unida, hay algo fundamental: la vida de pareja no puede estar por encima de la vida de cada individuo. Si definitivamente el malestar y el sufrimiento se han instalado en la relación, y ello tiene como efecto el maltrato, el abandono, la agresión y la violencia, vale la pena pensar en la posibilidad de no mantenerse juntos. Una pareja establecida desde esos comportamientos, bajo el pretexto de no generar impactos en los hijos, de no perder la solidez económica, o de no dar qué hablar socialmente, ha de revisar su decisión de mantenerse juntos. Volver a comenzar una nueva relación puede ser complejo, pero todos de una u otra manera, tenemos la capacidad de resolver eso que nos hizo sufrir. Vale la pena buscar apoyo en dicho proceso y así, construir nuevas alternativas para ser y estar con otro. Lo que ocurrió con una pareja no tiene porqué ocurrir con otra, pero para ello se hace necesario pensarse y recomponerse.

¿La vida de pareja y en pareja es difícil? Sí y eso es suficientemente claro. Sin embargo, la decisión que como personas y como dupla hemos de asumir, ha de ser qué tanto mantener, perpetuar y ahondar dichas dificultades, o cómo construir alternativas para mantenerse a flote y hacer de ello algo más posible y positivo. Que la apuesta sea vivir en pareja como una decisión construida libremente desde el día a día, y que la alternativa de sobrevivir, aguantar y sufrir, no sea la vía para ello.

Juan Diego Tobón L.


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