se-arregla-la-depresion

Estar deprimido no es un chiste; no es algo que se inventa o simula, ni es algo que se puede arreglar simplemente pensando en “positivo”. Estar deprimido implica relacionarse de manera directa con sensaciones y emociones complejas, sobrevivir a ellas o por lo menos soportarlas. También tiene relación con un desequilibrio en los neurotransmisores y es un acumulado de síntomas que se mantienen en el tiempo y que lenta y progresivamente generan cierto deterioro en las condiciones vitales. Implica en muchos casos largos tiempos de psicoterapia y tratamientos farmacológicos intensos, así como el uso de otras estrategias que pueden ayudar a recuperar el equilibrio perdido en lo físico y en lo social, y a favorecer el despliegue de aquellas capacidades que no se han deteriorado.

Aunque en algún momento de nuestra vida hayamos dicho que estamos deprimidos, lo más probable es que no desarrollemos dicho cuadro clínico. La tristeza, la frustración, la angustia y el malestar por ciertas situaciones que vivimos en la vida diaria, no necesariamente hacen parte de un cuadro depresivo y tienen una diferencia importante con el mismo. Sin embargo, en muchos casos nos nombramos de esa manera y pareciera que nos convirtiéramos en aquello que los síntomas expresan.

“pareciera que nos convirtiéramos en aquello que los síntomas expresan “

Nuestra cultura en su afán por remendar lo que está roto y por evitar el sufrimiento a toda costa, ha visto en aquello que se asemeja a la “depresión”, algo amenazante. No sólo cuando se trata de personas efectivamente deprimidas sino en el caso de personas con algún tipo de malestar psicológico, la alternativa pareciera ser medicar para curar y rotular con un trastorno, para intervenir lo que funciona de manera inadecuada y para normalizar lo que se ha alterado. Volver al equilibrio a toda costa y ser feliz, pareciera ser un dictado de nuestra cultura en la contemporaneidad.

 

En búsqueda de la felicidad

 

Los griegos hace veinticinco siglos hablaron de la felicidad como un camino y como un fin, y para ello propusieron la construcción de un sujeto virtuoso, es decir, de una persona que viviera la armonía y el equilibrio y que pusiera en práctica una frase simple de pronunciar pero difícil de llevar a cabo: lograr el justo medio. Ello implicaba balancear todo lo que hace parte de la realidad humana, incluyendo aquello que está del lado de lo alterado y de lo enfermo.

Hoy pareciera que ese justo medio se pone en uno de los extremos: hay que ser felices a toda costa y aquello que se convierte en malestar, en frustración, en enfermedad y en dolor, hay que evitarlo, hay que negarlo y hay que resolverlo de la manera más rápida posible. No soportamos el vacío que implica la existencia y nos cuesta aceptar que estar vivos, no sólo tiene que ver con la felicidad, sino que también se relaciona con los momentos de tristeza y de angustia; ello es parte de la condición humana y es lo que nos permite construirnos y encontrar sentido para nuestra propia vida. Un estado de felicidad permanente y un equilibrio total en el día a día, aunque suena a un ideal maravilloso, podría ser terriblemente tedioso.

Para hacerle frente a las situaciones que nos alejan de la felicidad y que nos enfrentan a la angustia, los seres humanos hemos construido alternativas que desde lo médico y lo social ayudan a resolverlas. Sin embargo puede haber una gran dificultad en esto ya que en muchos casos estas estrategias se enfocan en resolver los síntomas, sin favorecer el abordaje de las causas de dichas situaciones o la comprensión de los significados de dichas dificultades. Tomarse una pastilla o unas gotas, ir donde un “gurú de la felicidad”, acudir a “terapias mágicas” o incluso ir a consulta psicológica a que le “resuelvan el problema” son algunas de las estrategias que utilizamos y con las cuales intentamos a toda costa, que aquello que nos duele, desaparezca de manera inmediata.

 

Tener dificultades, no significa estar deprimido

 

Es claro que la depresión existe; si ella se instala en las personas y si se mantiene en el tiempo con efectos significativos en el equilibrio personal, familiar, social y laboral, es necesario buscar ayuda. Acudir al psicólogo, al psiquiatra, al bioenergético o a otros profesionales que han desarrollado terapéuticas para hacerle frente y para ayudar a resolverla o por lo menos a mitigarla, se hace necesario.

Sin embargo, es importante entender que tener problemas, pasar por duelos afectivos o por rupturas amorosas, vivir situaciones complejas en la cotidianidad y enfrentarse al vacío de la existencia, no significa que estemos deprimidos o que estemos en un estado emocional alterado que requiere además de psicoterapia, medicación permanente.

Para quienes somos padres, enfrentarnos con el malestar psicológico que viven los hijos es difícil. A la primera crisis amorosa o al primer evento de frustración escolar en donde aparece el sufrimiento, quisiéramos que ello se resolviera pronto y que la angustia desapareciera. En muchos casos habrá alguien a nuestro alrededor que nos diga “decile que se tome esta pastilla”, “dale estas goticas”, o “llevalo a donde tal o cual profesional” y nos movemos rápidamente para resolver dicha situación y para resolver el síntoma. Lo mismo puede ocurrir si somos nosotros como adultos, quienes sufrimos dicha situación. Enfrentarnos con la tristeza, con el dolor psicológico que implica un duelo o con la frustración de lo laboral, de lo familiar y de lo social, es algo que nos cuesta y que difícilmente toleramos. Sin embargo, transitar por esos momentos difíciles es no sólo importante sino necesario, para valorar el equilibrio y la tranquilidad y para acercarnos a eso que se ha llamado la felicidad.

Tal como ocurre en la vida de los barrios, quisiéramos que alguien pasara por las calles con una fórmula mágica y que con las palabras “se arregla la de-presión”, nos resolviera todas las dificultades que tenemos. Esto no es posible en la realidad y aunque suena a paradoja, afortunadamente no existe una fórmula mágica ni única para resolver las dificultades. Cada uno es responsable de hacerse cargo de su malestar y de construir alternativas para superarlas y para aprender de ellas.

Juan Diego Tobón L.


Compartir