Podemos vivir mejor

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Nací en 1970 y desde que tengo uso de razón, la ciudad, el país y en general el mundo, han sido lugares violentos. Y eso no era una novedad; a lo largo de la historia, la violencia ha sido una característica propia de la vida en común y pareciera ser un componente inherente a los seres humanos. Independientemente de la edad que tengamos, nuestros recuerdos asociados a la violencia pueden ser interminables.

Cuando terminamos el colegio, hace ya algunas décadas, un par de amigos y yo conformamos un trío de serenatas aprovechando nuestro gusto por la música. La violencia en la ciudad, que en esos años era desbordada, hicieron que en Medellín se estableciera el toque de queda; nadie podía estar en la calle entre las 10 p.m. y las 5 a.m. y nosotros que llevábamos serenatas contratados por amigos y conocidos, teníamos que cantar en algunos casos con luz del día. Situaciones como esas cambiaron la vida cotidiana de todos nosotros y se fueron convirtiendo en hecho naturales.

También recuerdo la primera “pesca milagrosa” en un lugar cercano a Medellín y el terror que esto causó. Visitar el oriente cercano, ir al suroeste, al norte o viajar hacia el occidente de Antioquia se convirtió en un acto casi suicida y así nos fuimos acostumbrando a los fenómenos de violencia en nuestro día a día.

Como los anteriores, hay muchos sucesos que marcaron nuestra historia reciente y que se fueron convirtiendo en secuencia repetida en nuestras vidas. Cada uno de nosotros podría elaborar un largo listado de hechos violentos que van desde un raponazo hasta un secuestro, un desplazamiento rural o urbano o incluso un asesinato. Son muchas décadas de nuestra historia viviendo la misma situación y en el lenguaje que usamos, en los hábitos como ciudadanos y en nuestra manera de ver el mundo, esto pareciera haberse convertido en algo natural y en algo que hace parte de nuestro paisaje cotidiano.

Aunque esto se ha ido transformando con el pasar de los años y algunos fenómenos ya no son tan frecuentes, sigue existiendo en la vida cotidiana, en el comportamiento de las personas e incluso en la forma en la cual nos relacionamos con nosotros mismos, una fuerza violenta que a veces nos desborda y que nos complica profundamente la vida.

La violencia no es un destino

En consulta psicológica muchas de las situaciones que reportan las personas que asisten, tienen que ver con situaciones relacionadas con la violencia. Algunas veces aparecen en el contexto familiar, otras en el espacio laboral y otras tantas en la vida cotidiana de la ciudad. Un territorio como el nuestro, con más de dos millones de habitantes, se convierte en un espacio agreste, veloz y angustiante y genera en su propia dinámica, pequeñas y grandes situaciones de violencia.

Además de esos fenómenos propios de la vida de la ciudad, las personas expresan otro tipo de violencia que a veces es más silenciosa pero que tiene efectos muy complejos en la realidad individual y colectiva: la violencia contra sí mismo. La forma en la cual nos referimos a nosotros mismos, los comportamientos autodestructivos y las maneras en las cuales nos relacionamos con nuestra historia, nuestro cuerpo y nuestra existencia, muestran un componente difícil de manejar y que a veces es devastador y terrible.

La tendencia a reaccionar de manera agresiva para defendernos de las amenazas es algo biológico e instintivo y ello nos acompañará por siempre; es necesario que esto se mantenga para adaptarnos y protegernos de las condiciones cambiantes del entorno, para poder responder frente a las situaciones adversas y tener mayor probabilidad de sobrevivencia.

Lo que no tendría que ser inevitable es la violencia. Esta no habría de ser entendida como un destino ni como algo natural y propio de lo humano. Por eso es necesario abordar los fenómenos de violencia, entenderlos y tratar de resolverlos mediante pequeñas y grandes transformaciones en la vida cotidiana. Es una tarea que pareciera imposible, pero que como personas y como grupos sociales hemos de realizar para que podamos vivir mejor.

Cambiar las pequeñas cosas

Los grandes fenómenos de violencia involucran asuntos económicos, políticos, sociales, y militares, lo cual se escapa a nuestro control. Por eso, a veces asumimos una posición de desesperanza frente a estas situaciones y la sensación que nos queda frente a las mismas, es de quien no tiene nada qué hacer. Aunque en parte esto es cierto ya que son fenómenos que llevan muchas décadas presentándose, es posible cambiar pequeñas cosas en nuestros comportamientos diarios y en nuestra forma de ser y de habitar nuestra ciudad y nuestra propia vida.

Una de las primeras cosas que valdría la pena hacer para evitar el desborde de la agresión y la aparición de fenómenos de violencia, tiene que ver con revisar la forma en la cual nos relacionamos con nosotros mismos. No se trata de ser complacientes o de evitar los conflictos internos, sino de dejar de agredirnos y violentarnos. Eso se toma su tiempo y a veces es necesario buscar ayuda para recorrer ese camino, pero es algo posible. Estoy convencido que si fuéramos menos violentos con nosotros mismos, seríamos menos violentos en la relación con los otros y con nuestros entornos.

De otro lado, vale la pena tomar decisiones cotidianas en torno a la relación con los demás, con nuestra cuadra, nuestro barrio y nuestra ciudad. Pagar menos a alguien que hace un trabajo, apropiarse de algo que no es nuestro, poner el equipo de sonido a todo volumen en la madrugada, cerrar a otro carro porque cometió una imprudencia, tirar basura en la calle y no respetar la fila son conductas que también entrañan violencia y que vuelven difíciles de habitar nuestros lugares cotidianos.

Solemos pensar que los violentos son los otros y que los fenómenos que ocurren en las comunas más vulnerables o en los campos, son los que se relacionan con la violencia. Sin embargo, lo que hacemos día a día en la relación con nosotros y con los demás, se convierten en actos de gran impacto.

Podemos vivir mejor y eso depende de cada uno de nosotros. Dejar de violentarnos en lo personal y construir alternativas de relación más adecuada con los demás y con nuestro entorno, pueden ser caminos para que las múltiples violencias que vivimos se transformen y que de a poco, podamos vivir juntos de formas más posibles y favorables.

 

Columna publicada en la edición impresa del Periódico Gente el 6 de diciembre de 2018


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