Oda al error

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¡Yo sí que me he equivocado! He cometido errores minúsculos, pequeños, medianos, grandes e inmensos. Antes de ser psicólogo y durante esos casi 20 años de ejercicio profesional he errado y con seguridad lo seguiré haciendo.

Errar es de humanos, así dice el saber popular. Desde que nacemos y hasta la muerte, esa condición nos acompaña y soltarse de ella es imposible. Lo que sí es posible e implica una decisión personal y consciente, es no volver a equivocarse por lo mismo, con lo mismo y de lo mismo.

Los seres humanos tenemos una gran capacidad de aprendizaje y el error es una de las vías más dolorosas pero a la vez, una de las rutas más potentes para construir aprendizajes significativos. Desde las cosas más pequeñas hasta las situaciones más grandes, la presencia del error y la capacidad de reflexión sobre el mismo, se convierten en alternativas que pueden transformar la realidad.

Nos equivocamos al hablar, al hacer y al decidir por algo. Nos equivocamos con las personas, con las situaciones y por supuesto, nos equivocamos hasta con nosotros mismos.

Pero nos levantamos, caminamos, reflexionamos, nos movemos y decidimos de nuevo y en dicha opción, podemos aprender de los errores para hacer y para ser algo diferente.

Por eso le hago una oda al error (la Real Academia Española define oda como una composición poética lírica de tono elevado, que generalmente ensalza algo o alguien) ya que lo considero una vía maravillosa para aprender. Aunque ni de lejos este texto es una composición poética, sí busco con ello mismo ensalzar al error como algo que permite, si lo deseamos y si lo decidimos, crecer y moverse.

Como me lo dijo un amigo en estos días «un error no define quienes somos pero sí ayuda a reconstruir lo que seremos». Esa es la decisión que todos los días habremos de tomar y esa es la postura de vida que podremos construir si efectivamente queremos hacer del error, no nuestra tumba, sino un puente hacia nuevas posibilidades en la vida.


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