No dejes de buscar ayuda

Hemos vivido días muy tensos con la situación del proyecto hidroeléctrico de Ituango. No sólo para las comunidades que viven río abajo sino también para los trabajadores, para la empresa y para los que hacemos parte de esta región, ha sido complejo entender lo ocurrido y a su vez, saber qué se hará para enfrentar esta situación. En el peor de los escenarios son miles de vidas las que están en juego e independientemente de las causas, lo que allí queda claro es la fuerza del agua y lo complejo que es manejarla una vez se acumula.
No soy ingeniero sino psicólogo y por ello no es relevante que hable de asuntos técnicos en torno a la situación mencionada. Sin embargo, puede ser útil el uso de la metáfora para ilustrar lo que ocurre al interior de nuestras vidas, de la tuya y de la mía: cuando las situaciones complejas, cuando las emociones, cuando la angustia y el malestar se dejan acumular y se represan, las consecuencias son bastante complicadas.
En nuestra cultura nos han enseñado a guardar, a reprimir, a controlar y a silenciar. Aunque las mujeres tienen un cierto derecho a expresar sus emociones, si lo hacen en demasía, son tildadas de histéricas o de incontroladas y ni qué decir de los hombres. A nosotros nos toca tragar entero, nos toca asumir que somos machos y debemos aceptar que los hombres no lloran, así estemos derrumbados por dentro.
Es necesario abrir las compuertas, no cuando la inundación es la resultante, sino cuando la acumulación comienza a dar muestras de posibles filtraciones. Dormir mal, estar irritable, tener olvidos frecuentes, presentar disminución en las ganas para hacer las cosas cotidianas y otras muchas situaciones, pueden ser la evidencia en torno a ello. Hacerse cargo de lo que comienza a generar sufrimiento puede ser necesario para que el “remiendo” que haya que hacer, no sea demasiado grande.
Dejamos llenar la taza
Con más frecuencia de la que podría imaginar, llegan personas al consultorio diciéndome que llevan semanas y meses (o incluso años), cargando situaciones dolorosas y angustiantes. Y cuando las escucho veo que no son situaciones pequeñas ni sobredimensionadas, sino eventos vitales profundos y complejos que llevan tiempo haciendo ruido en la propia vida.
Dejamos llenar la taza y nos vamos sumergiendo en la angustia, el dolor y el sufrimiento. “A quién iba a contarle esto”, “nunca fui capaz de decirlo porque me daba vergüenza”, “pensé que era algo que iba a olvidar, pero lo recuerdo todos los días”, “usted es la primera persona con quien hablo de esto”, son frases que aparecen ligadas al silencio en torno a lo que duele tanto. Situaciones de abuso en la infancia, duelos no elaborados, relaciones construidas de manera angustiante con el cuerpo, entre otras, aparecen como fuente del sufrimiento que, en lugar de ser abordado, se reprimió, se guardó y se cargó.
Cargar con lo que duele en el orden psicológico, es terriblemente pesado e incluso puede convertirse en algo insoportable. Va copando la sensación diaria en todos sus espacios y se vuelve en algo reiterativo que se piensa sin parar, se siente de manera continua y se vuelve en algo que se adhiere al cuerpo, a la emoción y a la vida. A veces y eso termina siendo una gran paradoja, sin esa situación que se ha mantenido gran parte de la existencia, pareciera no ser posible vivir.
Es importante darnos espacios para sentirnos tristes, para sabernos rotos y para experimentarnos como sujetos de la falta. Pero cuando ello se convierte en la norma y en lo habitual, o cuando es el resultado de una historia de emociones contenidas y reprimidas durante años, sus efectos negativos y complejos en la vida no tardan en aparecer. Llegar al equilibrio entre lo doloroso y lo placentero, entre lo favorecedor y lo limitante, no es nada fácil, pero es posible encontrarlo. Vivir en desbalance y cargar con dolores no expresados, hacen de la existencia un lugar más difícil de lo necesario y más problemático de lo habitual.
Es necesario buscar ayuda
Admiro profundamente a mis consultantes. Cada uno de ellos independientemente de la situación que se le haya presentado, han tomado la decisión de buscar ayuda y han optado por poner afuera aquello que se les había convertido en malestar. Ese es un acto profundo de valentía. Entre identificar lo que ocurre, tomar conciencia de la incomodidad psicológica que ello implica, llamar o escribir para una cita y asistir y mantenerse en el proceso, hay abismos de distancia.
Aunque la única alternativa para enfrentarse a la angustia y al dolor no es la psicología, este sí es un camino que permite enfrentarse con el sufrimiento presente que se ha construido a lo largo de la historia personal. Hacerlo desde un referente profesional, académico y disciplinar, puede ayudar a expresar lo que se ha reprimido, a comprender sus significados y a tomar decisiones vitales que permitan mover la realidad.
Soy un convencido de la potencia que tiene la palabra y de los efectos que tiene hablar con sentido de aquello que ocurre en la vida. Buscar ayuda toma forma en la verbalización de aquello que angustia y que duele. Ello se convierte en una especie de “exorcismo” de lo que estaba reprimido, contenido y silenciado y aunque posiblemente no se resuelva de inmediato o no se sane por completo, por lo menos sí se podrá poner la angustia en un lugar diferente y el dolor podrá encontrar unas nuevas formas de expresión.
Buscar ayuda no es de débiles ni de personas incapaces de hacerse cargo de su propia realidad. Buscar ayuda es un acto de valientes ya que implica enfrentarse con lo que angustia, ponerle la cara y comenzar a construir alternativas diferentes para que la vida surja de manera más plena y para que no sea el dolor lo que predomine en la realidad. Además, y de eso estoy convencido, pedir ayuda es la expresión más clara de la existencia de salud mental en alguien.
En cualquier momento de la vida es posible y necesario buscar ayuda tanto en lo físico como en lo psicológico, en lo individual como en lo colectivo. No dejes que lo que se filtra en la propia realidad como angustia, se convierta en un dolor que desborde la existencia. Así te demores para tomar la decisión, busca alternativas en la religión, en la familia, en la psiquiatría, en la psicología o en muchos otros lugares. Siempre será mejor, así sea difícil, hablar de lo que angustia para poder encontrar apoyo y acompañamiento en alguien que pueda ayudar a tramitar, eso que molesta tanto y que se ha silenciado en la vida.
Columna publicada en el Periódico Gente el 24 de mayo de 2018