Lo materno es vida

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Siempre recuerdo a mi madre. Día tras día está presente su imagen, su voz, su risa y su mirada. Sin embargo, en esta época en la cual se celebra el día de la madre, su recuerdo se vuelve aún más intenso. Cuando pienso en ella, no sólo veo a quien me llevó durante cuarenta semanas en su vientre o a quien me dio la posibilidad de vivir; veo la expresión de lo materno y con ello, veo la clara evidencia de lo que para mí es la vida.

Aunque es claro que durante el mes de mayo la celebración se centra en las mujeres que han sido madres y esto es absolutamente necesario y merecido, creo que también puede ser importante poner la mirada y hacer un reconocimiento a aquello que tiene que ver con lo materno y que tanto en mujeres sin hijos e incluso en hombres, puede identificarse.

Lo materno y lo maternal, están ligados directamente con la vida, con el cuidado, con el afecto y con el desarrollo. Es lo que permite hacerle frente a la muerte, al abandono, a la agresión y a la imposibilidad. Tiene que ver con la capacidad de acompañar al otro en los momentos difíciles, de iluminar las situaciones más oscuras y de brindar soporte cuando la vida se convierte en un caos.

Maternar es posible

El verbo maternar es raro, lo sé. Incluso la Real Academia Española no tiene esta palabra dentro de sus definiciones. Sin embargo, se ha utilizado en los últimos años para nombrar lo materno como una acción que va más allá de tener hijos o de procrear y como algo que trasciende a la mujer y que incluye también a los hombres y a las personas de diferentes edades.

La vida contemporánea con sus afanes, sus fragilidades, sus rupturas y sus crisis, requiere de más afecto, de más cuidado, de más acompañamiento, de más ternura y de más protección. Frente a las preguntas existenciales que hoy nos rondan y que tienen que ver no sólo con lo individual sino también con lo colectivo, es necesario encontrar salidas desde el amor; lo materno irremediablemente, es una de las formas de mayor y más profunda expresión de ello.

Maternar puede hacerlo cualquiera, pero habrá de tomar la decisión de cuidar de sí mismo en primera instancia, para poder acompañar y cuidar a otros. Es una opción vital que requiere de compromiso consigo mismo y de entrega en la relación con los demás. Es un acto de valentía en medio de tanta violencia y en medio del desarraigo al que estamos sometidos en la vida diaria. Maternar implica construir relaciones significativas con otros, bien sean conocidos o no y optar por tejer vínculos estrechos que trascienden lo pasajero y lo utilitario.

Conozco muchas personas, hombres y mujeres, adultos y niños, adolescentes y jóvenes, que efectivamente realizan el acto de maternar y que lo vuelven real en el día a día. Individuos que de manera desinteresada, bien sea con su familia, con sus vecinos, con una persona con quien se cruzan en el servicio público o con quien interactúen, brindan afecto, cuidado y protección.

Nos han enseñado que hay que desconfiar del otro y que el otro es peligroso. Y aunque eso en algunos momentos tiene contenido de verdad, el otro no necesariamente es eso. Incluso si lo pensamos un poco más, nosotros somos “los otros de los otros”, así que en esa secuencia todos seríamos peligrosos para todos y desde allí, difícilmente podríamos construir comunidad y vínculo social. Maternar implica reconocer en el otro lo semejante, lo que nos vincula y lo que nos permite construir juntos. Maternar es apostarle a la vida en común y al reconocimiento de las diferencias y de las limitaciones, para poderlas aprovechar en pro del desarrollo.

Celebrar la vida

Celebrar el día de las madres y en general, festejar durante el mes de mayo lo materno, lo maternal y lo maternante, es algo que ha de permear la cotidianidad y que vale la pena mantenerlo presente durante los 365 días del año. Esta celebración tiene que ver fundamentalmente con la vida y por ello no permite tregua ni hay descanso.

Aprovechando esta fecha, celebro la vida de esas mujeres que son madres y que han hecho de la maternidad, una posibilidad de desarrollo para sus vidas y para las vidas de sus hijos y de sus hijas. Celebro la vida de mi esposa que de manera decidida ha optado por hacer de su maternidad con nuestro hijo, un lugar de vida y de compromiso. Celebro también la vida de esas mujeres que, sin ser madres biológicas, se han encargado de acompañar de manera afectuosa y amorosa a otros que no son sus hijos, pero que son tratados como tal. Estas pueden ser tías, amigas o vecinas, que durante tiempos a veces prolongados, acompañan afectuosamente a otros y les brindan cuidado, protección y cobijo.

Celebro la vida de esos hombres y mujeres de todas las edades, que se encargan de acompañar a otros a través de sus actividades y que hacen que la vida propia y la vida de los demás, sea mejor, más fácil y tienda al bienestar. Cuando pienso en esto me refiero a las personas que ayudan con el aseo de la ciudad, a las personas que se encargan del transporte público, a quienes trabajan en las oficinas en contacto con usuarios, a quienes trabajan como educadores o como personal de la salud y a todos aquellos que realizan sus labores, que implican a otros, con cuidado, afecto y dedicación.

Maternar es posible y tiene que ver con sostener la vida, tanto la propia como la vida de otros. Todos podemos ubicarnos en esta posición, la cual beneficia inevitablemente, la vida en común. Las ciudades serían mucho más amigables si existieran más personas que optaran por esta postura y que construyeran estas formas de relación con sus cercanos y también con los lejanos.

Celebremos lo materno que está en cada uno de nosotros y pongamos nuestro grano de arena para hacer de la cotidianidad algo más posible. Construyamos afecto, cuidemos la propia vida y cuidemos la vida del otro. Esto redundará en mayores niveles de bienestar para todos y permitirá que siendo mujeres u hombres, niños o adultos, adolescentes o jóvenes, podamos encontrar lugares más favorecedores para la vida y más posibilitadores del desarrollo.


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