Liderar por la vida

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Líderes hay muchos y en muchos campos de la vida. Podemos encontrar líderes religiosos, políticos, sociales y deportivos, entre otros. Estos tienden a ser carismáticos, a tener don de gentes y parecieran apuntarle con claridad a sus objetivos y a sus metas. Pensemos en alguien a quien consideremos líder y veamos sus características; posiblemente se acerquen en parte a estas que aquí se nombran.

Los líderes, más allá de ser personas que se asignan ese lugar, construyen su postura en la vida mediante su acción diaria y a través de sus palabras y ejemplo. Se convierten en referentes para otros siendo, hasta donde es posible, coherentes con su propia vida. No duran para siempre, pero se mantienen en el tiempo hasta que aparece alguien más que recoge sus banderas o que trasciende su legado.

Ser líder y haberse construido como tal en un lugar social específico o en una labor particular, tiene sus costos. Cuando el líder comete errores, normalmente la sanción moral frente a esto es mucho más fuerte de lo que podría ser para cualquier otra persona que no tuviera dicho lugar en la vida. A veces eso puede ser catastrófico o simplemente queda como un asunto transitorio y el equilibrio perdido, se recupera en un corto tiempo.

No todos somos líderes reconocidos y posiblemente tampoco nos interesa ubicarnos en dicha postura. Vivimos nuestra vida en un anonimato relativo y nos dedicamos a nuestras labores cotidianas de forma básica, intentando resolver el día a día sin mayores aspavientos. Sin embargo, también nos parecemos a esos líderes que ahora mencionamos sólo que el lugar desde el cual habremos de ubicarnos es el de ser líderes de nuestra propia vida. Es allí en donde dichas diferencias se acercan y donde cada uno de nosotros se hace responsable de sí mismo.

Liderarse

¿Eres el líder de tu vida? Esa es una pregunta que aparentemente se responde fácil pero que no es tan simple de resolver. A veces podemos simplemente decir Sí o No de acuerdo con lo que estemos viviendo en ese instante de nuestra existencia, pero posiblemente seamos injustos con nosotros mismos.

Así como en los liderazgos colectivos, ser líder de la propia vida implica el desarrollo de algunas características que han de ponerse en escena todos los días. Liderarse es un proceso y es un camino que habrá de recorrerse de manera continua y que se acaba exclusivamente, con nuestra última respiración.

Desde que nacemos tenemos una tarea que no es delegable, así la realicen otras personas por nosotros durante los primeros años de vida: hacernos responsables de nuestra vida. Lenta y progresivamente vamos desarrollando capacidades para ello y con la independencia y la autonomía que construimos desde la niñez, vamos encontrando un lugar en el mundo.

Jamás dejamos de liderar nuestra propia vida, aunque a veces la lideremos de manera equivocada. En algunos casos dejamos que sean otros los que tomen las decisiones por nosotros; otras veces nos escondemos como una avestruz cuando tenemos que enfrentar las dificultades y en otros momentos nos imponemos de manera fuerte y agresiva ante los demás para mantener nuestra postura como la única válida. Siempre somos líderes de nuestra vida, pero puede ser necesario revisar las formas en las cuales lo estamos haciendo y desde allí comenzar a transformar las maneras de asumirlo.

Liderarse más que una obligación es una necesidad y más que un deber tiene que ver con una decisión. Nadie puede imponernos la manera en la cual lo hacemos; somos los únicos que podemos optar por construir formas más adecuadas y pertinentes para tratarnos, para comprendernos y para movernos en la vida.

Ser un buen líder

En consulta, escucho muchas historias. Algunas complejas y otras difíciles; unas esperanzadoras y otras felices. Y al escucharlas, escucho también mi propia historia y me confronto con mi propia vida. Lo que le pasa a quienes me cuentan sus situaciones vitales, en muchos casos también me ha ocurrido y lo que ellos han hecho, a veces pareciera ser el espejo de mi realidad.

Así como a mí, a ellos también les ha costado trabajo ser líderes de sus propias vidas y sobre todo, ser buenos líderes de su existencia. A veces somos muy violentos con nosotros mismos y frente a la primera dificultad que tenemos nos atacamos sin piedad. Otras veces somos muy complacientes y nos damos permiso para muchas cosas que tienen efectos difíciles y complicados en nuestras vidas y en las vidas de los demás.

Ser un buen líder y responder la pregunta en torno a si soy líder de mi propia vida, parte de reconocerme como responsable de mi propia realidad. Aunque sé que tengo a otras personas que me ayudarán en mi camino, el único que puede hacerse cargo de mi vida en todas sus dimensiones, soy yo mismo.

Luego de asumirme como responsable, es decir, de darme cuenta que de mis decisiones, mis actos y mis palabras nadie diferente a mí puede hacerse cargo, se hace necesario construir formas de comunicación adecuadas, amplias y posibles conmigo mismo. Ser franco, directo y sincero es muy importante ya que me permite entender mi realidad de manera completa y así no sancionarme sin necesidad ni aprobarme cuando no es posible.

Por último y como una consecuencia natural de hacerme responsable de mi propia realidad y de construir un lenguaje adecuado para comunicarme conmigo, se hace fundamental apuntarle a la coherencia, es decir, sincronizar hasta donde sea posible lo que pienso, lo que siento, lo que digo y lo que hago. Estoy convencido que esa es la manera más pertinente para ser un buen líder de la propia vida y, por ende, hacer de la vida con otros algo más posible y favorecedor.

Ser líder de la propia vida no es un asunto relacionado con la perfección, ni con la felicidad ni con estar completo. Es caminar de manera coherente en la vida, escuchándose y comunicándose consigo mismo de forma adecuada y responsabilizándose de la propia existencia sabiendo que esta no es delegable ni entregable.

Si todos fuéramos mejores líderes de nuestra propia vida, estoy seguro que podríamos no sólo dejar de sufrir por cosas innecesarias, sino que tendríamos una vida social y en común mucho mejor, más tranquila y más adecuada. La invitación de hoy y de siempre: pensar la vida como algo que puede liderarse en pro del bien individual y del bien común.

 

Columna publicada en la edición impresa del Periódico Gente el 27 de septiembre de 2018


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