Elige la vida

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La vida es una secuencia de decisiones. Desde que somos niños y hasta la muerte, estamos enfrentados a múltiples elecciones. Cada una de ellas nos lleva a un lugar diferente y puede tener efectos positivos o negativos en nuestras vidas. Decidir toca una de las características más propias y particulares del ser humano, la libertad, y por ello hace parte de lo más estructural de nuestra existencia.

En el consultorio psicológico todos los días las personas me hablan de las situaciones problemáticas de su vida, así como de aquellas alternativas que identifican para salir de las mismas y para tener una cotidianeidad más adecuada y pertinente. Sin embargo y a pesar de tener claridad en torno a ello, elegir, optar y decidir por esa segunda vía no es fácil y se quedan dando vueltas alrededor del malestar.

Alguna vez alguien me dijo en consulta que no quería seguir sufriendo pero que por más que intentaba tomar decisiones en torno a mejores alternativas de vida y a situaciones que lo pusieran más cerca del bienestar, hacía todo lo contrario. Una frase que dijo me sigue haciendo eco a pesar de los años: “pareciera que he aprendido a elegir mal y que por más que me esfuerce, nunca podré elegir bien”.

Aunque puede sonar amplio y genérico, ninguna decisión en sí misma es buena o mala. Son las consecuencias de ellas las que pueden identificarse como favorables o desfavorables para la vida. Son los efectos en lo individual y en lo colectivo los que pueden ayudar a identificar si lo que se decidió fue adecuado o no.

Aprender a elegir

Cuando somos niños tenemos a nuestros padres y a los adultos significativos como modelos a seguir. A partir de ellos tomamos nuestras primeras decisiones y es mediante su guía y acompañamiento que vamos construyendo un lugar en el mundo. Sin embargo, no siempre esos adultos que nos acompañan toman decisiones adecuadas y favorables para la vida. En muchos casos esto se aleja bastante de ser algo pertinente y bueno. Es allí en donde nos toca comenzar a construir nuestra propia postura frente al mundo y realmente, aprender a elegir.

La sociedad como marco cultural en el cual interactuamos, brinda los criterios que considera “normales”, “adaptados” y “adecuados”. En gran parte allí se nos indica qué es lo que debe elegir un hombre y qué debe elegir una mujer, qué es lo que hace una persona de “bien” y cómo habremos de ser y de estar en el mundo. Esto de forma general es pertinente ya que nos permite vivir con otros, pero es necesario construir una postura personal para poder elegir de acuerdo con la propia realidad y encontrar un lugar en el mundo más allá de los demás.

Tengo un hijo de ocho años y mientras más comparto con él, más certeza tengo de mi papel como padre y como adulto en su desarrollo. Aunque me he equivocado, me equivoco y me equivocaré, espero que pueda aprender de mi historia y a su vez construya la suya. Mi rol como padre será enseñarle a tejer con otros pero a la vez, a hacer de su propia realidad una decisión constante que lo lleve a optar por asuntos que lo conecten con la vida.

Mi propia historia de decisiones estuvo influenciada por mis padres, por el colegio en donde estudié, por la familia con la que compartí y por las vivencias que tuve. Aprendí, como todos, que las decisiones son el pan de cada día y que no hay otra salida diferente a ensayar para poder saber cómo terminarán las cosas. Aunque algunas decisiones pasan por la cabeza y se pueden racionalizar, muchas otras pasan por el “estómago” y por el corazón y en eso solo uno es quien puede elegir.

Decidir por la vida

Como psicólogo estoy convencido que mi labor tiene que ver con la opción por la vida, por el vivir, por el bienestar y por la salud. En medio de la muerte, la angustia, la zozobra, el sinsentido y la melancolía, mi labor busca ofrecer alternativas que permitan que las personas puedan optar y decidir por algo que les devuelva el equilibrio y que les permita conectarse de una manera más favorable con su realidad.

Todos los días tenemos motivos para hundirnos, para navegar en la oscuridad y para estar emocionalmente derrotados. La vida es una secuencia de dificultades que hay que tramitar, pero a la vez, una infinita ruta de posibilidades que pueden caminarse y aprovecharse. Creo profundamente en que la existencia es un balance entre los opuestos y que ambos son necesarios para construir una postura personal que sea posible.

Admiro profundamente a las personas que asisten a la consulta porque sé que hacen su mejor esfuerzo y ponen la mejor energía para decidir por su vida. En medio del caos de su realidad particular, el buscar ayuda profesional, hablar sobre lo que les ocurre e intentar resolver el sufrimiento, ya los pone en un lugar diferente. Estoy convencido que todo aquel que no se queda dando vueltas sobre su dolor, sino que da un paso hacia la resolución del mismo, está tomando la mejor decisión. Así las cosas no se puedan resolver por completo, ya se están construyendo alternativas nuevas y diferentes para hacerles frente.

Decidir por la vida es optar por uno mismo, es moverse hacia posturas más favorables en momentos de crisis, es buscar ayuda cuando las situaciones se salen de control y es asumirse como una persona en constante construcción. Vale la pena elegirse todos los días a pesar de las dificultades, a pesar de las incertidumbres y a pesar de uno mismo.

 

Juan Diego Tobón Lotero

psicologojuandiegotobon@gmail.com

Celular 3188936392


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