El viaje es hacia adentro

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Cada uno es el protagonista central de su existencia y aunque es importante contar con apoyos, ayudas y compañeros en esa ruta, las decisiones finales sobre cualquier situación, sólo puede ser tomadas por uno mismo.

Hace un año publiqué mi primer libro, cuyo título es igual al de esta columna. Fue una experiencia maravillosa y un reto personal que por fin se concretó después de varios años. El viaje es hacia adentro, más que ser el título de un libro, es un descubrimiento, un hallazgo, una búsqueda, una apuesta, una ruta y una opción de vida.

Viajar hacia adentro es algo simple pero a la vez complejo y requiere, fundamentalmente, de la decisión personal de iniciar y transitar el camino. Nadie puede hacerse cargo de nosotros y por más que queramos acompañar a otros, tampoco podemos resolver su vida.

Vivir, sentir y conocer

Hace un tiempo en consulta, una persona que se mantuvo en el proceso psicoterapéutico durante varios meses, me dijo algo que en parte inspiró la estructura de mi libro: “me di cuenta en consulta que aunque estoy vivo es como si no viviera realmente; me la paso respirando y haciendo cosas, pero ni siquiera sé la razón por la cual las hago. Darme cuenta de esto me permitió identificar lo que siento y aunque sé que me falta mucho, ya me voy conociendo”.

En muchos momentos de nuestra vida ponemos el modo automático y aunque respiramos, caminamos, comemos y hablamos, ni cuenta nos damos de lo que estamos haciendo y sintiendo. Me sorprendo cuando en consulta le pregunto a los pacientes si escucharon lo que acaban de decir y en muchos casos cuando intentan recordar sus palabras, no son capaces de hacerlo.

El viaje hacia adentro comienza con la pregunta por la historia personal. A los pacientes que van a mi consultorio les propongo en muchos momentos de la psicoterapia que relaten partes de su historia, no sólo para yo escucharla, sino fundamentalmente para que ellos mismos se escuchen. A veces se sorprenden con situaciones que no recordaban a las que no les habían prestado atención anteriormente y cuyo efecto es evidente en su presente.

Una vez identificados algunos elementos importantes en su historia les propongo que se conecten con el sentir, tanto presente como antiguo. Se trata de buscar qué emociones estaban presentes y qué tanto las mismas se han quedado sin expresar o se han cargado de manera significativa a lo largo de los años sin saber qué hacer con esto.

De otro lado, les propongo que realicen conexiones entre esa historia que constituye su vida y las emociones que se tuvieron y que hoy son relevantes. A manera de un tejedor y a través de las palabras expresadas, de las emociones sentidas y de los deseos y necesidades personales, los acompaño a construir sentidos, a revisar situaciones que los hacen sufrir y a identificar alternativas para hacer de la experiencia vital, algo más posible y más equilibrado.

Aunque esto suena simple, es un ejercicio que requiere tiempo, paciencia, disposición y constancia. En un mundo siempre acelerado, que busca respuestas inmediatas y que no da mucho tiempo para pensar, para sentir y para reflexionar, esto puede ser visto como una pérdida de tiempo y como algo improductivo. Sin embargo, cuando las personas se conectan con esas preguntas, reflexionan sobre sus vidas, se sensibilizan en torno a sus emociones y se vinculan con su propia ruta vital, el ejercicio se vuelve natural y comienzan a abrirse puertas, ventanas y caminos que van conectando con el conocimiento interior.

El viaje interior

Viajar hacia adentro no es algo exclusivo de los psicólogos, los filósofos, los clérigos, los iluminados o los ermitaños. Es una capacidad que todos los seres humanos tenemos y una decisión personal que podemos tomar para emprender el camino. Estoy convencido que todos viajamos al interior de nosotros mismos en muchos momentos de nuestra vida, pero que por los afanes de la realidad, por la impaciencia y por el miedo, dejamos a un lado y terminamos siendo sordos y ciegos.

El viaje interior permite conectar el vivir, el sentir y el conocer y desde allí convertirnos en buenos escuchas de nuestra propia realidad. Dicho camino no se termina adentro ni finaliza cuando emprendemos la ruta hacia el interior; se actualiza todo el tiempo con la vida cotidiana ya que se trata de entrar para salir y una vez afuera, volver a entrar a nosotros mismos.

El viaje interior permite conocernos, sentirnos, hablarnos y movernos, buscando alternativas que nos ayuden a tener mayor equilibrio, mayor disposición a resolver las crisis y mayor capacidad para comprender nuestra realidad de manera completa, es decir, con nuestras sombras y nuestras luces, con nuestras dificultades y con nuestras posibilidades.

Viajar hacia adentro es una ruta posible que podemos transitar y que nos dispone para ser buenos observadores de nuestra vida, conocedores de nuestras emociones y exploradores de nuestro ser. Esta es una excelente alternativa para construir salud mental, para evitar sufrimiento innecesario y para hacerse cargo de la vida de forma más completa e integral.

Por Juan Diego Tobón Lotero
psicologojuandiegotobon@gmail.com
Celular 3188936392


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