Carta a mis pacientes

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Admiro y respeto profundamente a cada uno de ustedes, mis consultantes. Digo «míos» no porque sean de mi propiedad, sino porque han elegido mi lugar como terapeuta para acompañarlos en el encuentro de respuestas a las preguntas que tienen o en la construcción de nuevas preguntas para su propia vida.

Los admiro y respeto porque estoy convencido que la decisión que han tomado de iniciar, mantener o retomar su proceso terapéutico, es profundamente valiente. Valiente con ustedes mismos porque han optado por no silenciarse, porque han optado por reflexionar-se y por que han elegido buscar alternativas para resolver aquello que sienten que los aqueja, los angustia, los limita o los contiene.

Admiro y respeto profundamente a cada uno de ustedes, mis consultantes, porque en medio de los vaivenes de la vida, de las dificultades económicas, de las limitaciones de tiempo, de las resistencias psicológicas que implica estar en un proceso personal, inician, se mantienen o retornan al mismo. Lo más fácil, así sea lo más costoso psicológicamente, es no iniciar, no continuar y no retomar. Lo más complejo es dar un paso hacia adelante así la ruta hacia la cual se dirija el proceso no sea muy clara. La vida es un continuo de incertidumbres y en psicoterapia a veces lo que se tenía como certeza comienza a ponerse en duda, razón de más para no seguir caminando en ella.

En muchas ocasiones sé que quien está allí en el espacio terapéutico lamentándose por algo que lo hace sufrir, peleando con algo que le causa mucho malestar o resistiéndose a algo que le genera dolor, no podrá «sanar» o «curar» aquello que siente que lo aqueja. En muchos casos son décadas de convivencia con un estilo de vida, con un hábito continuado o con una forma de ver y de intepretar el mundo y ello no muta ni rápido ni fácil. Lo que sí es posible, así el cambio no sea evidente de inmediato, es que se puede mover la carga de sufrimiento, se puede aprender a poner el dolor en un lugar donde duela menos y se pueden construir alternativas para que el malestar, encuentre otras vías de expresión.

Agradezco profundamente a cada uno de ustedes, mis consultantes, por confiar en mí y por poner en mi lugar como psicólogo y como terapeuta, una ruta de esperanza en torno a aquello que en muchas situaciones, ya se había ubicado en el lugar de la desesperanza. Así a veces no se vean salidas o así por momentos la confrontación en el proceso los ponga de frente a un muro duro y pesado, haber optado por buscar ayuda y haber decidido hacerse cargo de ustedes mismos, ya muestra que algo potente y significativo se está gestando.

Lo que puedo prometerles, tal como se los envío por escrito una vez concertamos el espacio para vernos o como se los comparto frente a frente cuando nos encontramos, es mi disposición, mi tiempo, mi escucha y mi afecto. También les ofrezco el saber que he construido y el saber hacer sobre lo que hago, acumulado con los años. Pero esto último no creo que tenga muchos efectos si lo primero (la disposición, el tiempo, la escucha y el afecto) no existieran.

Así a veces me equivoque, así por momentos mi escucha se desvíe de lo importante y así haya ocasiones en las cuales no esté tan disponible, tengo la mejor intención para acompañarlos y para caminar junto con ustedes, en esa vía que han elegido de la psicoterapia.

Los admiro, los respeto y les agradezco a cada uno de ustedes: los que han estado y los que están (así como a los que sin estar, están allí esperando su momento para decidirse a buscar un lugar para escucharse).

Ya son casi un par de décadas dedicado a esta labor, que espero, se mantenga como una posibilidad para mi vida mientras viva. Gracias a ustedes por permitirme hacer parte de sus realidades y por ayudarme a corroborar, que esta labor de la psicoterapia y que este lugar de la psicología clínica, es potente, significativo y necesario.

Con afecto, respeto y admiración,

 

Juan Diego Tobón L.

Psicólogo

 


 


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