Busca ayuda. No estás solo

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A todos sin excepción nos puede ocurrir algo complejo de experimentar y de manejar en cualquier momento de nuestras vidas: el sentirnos solos y sin apoyo en el mundo. Esta sensación se agudiza y se vuelve mucho más angustiante cuando pasamos por situaciones difíciles y dolorosas.

Somos seres sociales y sin otros no podríamos sobrevivir ni desarrollarnos sobre todo en los primeros años de nuestras vidas. Sin embargo, vamos creciendo y en ocasiones la sensación de soledad se apodera de nuestras realidades cotidianas. Por más personas que tengamos a nuestro alrededor, cuando se instala esa sensación pareciera que la misma nos abrumara. Incluso en la adolescencia y en la adultez muchas veces relacionamos el hecho de estar solos con sensaciones desagradables, molestas y tristes lo cual puede llegar a convertirse en algo que complica nuestra existencia.

Es común escuchar frases como “conocidos hay muchos, pero los amigos se cuentan con los dedos de una mano”, “cuando uno está mal todo el mundo lo deja solo”, “a esta vida vinimos solos y nos vamos solos” y otra que puede ser aún más significativa: “no hay nada peor que estar acompañado y sentirse solo”. Son frases cargadas con mucha verdad, pero que vale la pena relativizar y no generalizar. La soledad y el estar solos no son una desgracia ni tienen porqué convertirse en una dificultad para la vida e incluso pueden ser, el inicio de muchas oportunidades.

A veces todo se vuelve oscuro

Algunas personas en consulta y en algunos grupos y talleres que acompaño, expresan su angustia al sentirse solos y ello lo relacionan con innumerables situaciones: estar en crisis con su pareja, haber terminado su relación amorosa, vivir infelices en su lugar de trabajo, irse a vivir a otra ciudad o simplemente tener una pregunta en torno al sentido de la vida. Lo que podría ser una oportunidad, se convierte en un círculo viciado y aparece la sensación de oscuridad, de vacío, de abandono y de incapacidad.

Es claro que en algunos momentos de nuestras vidas pasamos por momentos críticos en los cuales todo parece haber entrado en desgracia. A la par con una ruptura amorosa aparece una dificultad en el trabajo y a la vez un conflicto con algún amigo con quien jamás se había tenido un altercado. Ello puede incluso presentarse de manera simultánea con una pérdida económica y hasta con haber dejado el paraguas en la casa y haber mojado el vestido con el que íbamos para una entrevista de trabajo. Aunque es posible que todo ello llegue a ocurrir en el mismo momento y a la misma persona, la forma en la cual se asuma este aparente caos, dependerá de cada individuo.

Para algunos tener problemas, enfrentarse a las crisis, asumir las pérdidas y verse con dificultades en la vida, implica la entrada a un túnel oscuro del cual pareciera difícil salir. En algunos casos ello comienza a tomar forma de alteración mental y hasta pueden aparecer síntomas de depresión y de ansiedad que antes no existían.

Aunque suene a chiste, la sensación de estar solo, de pensarse abandonado, de no tener a nadie para recurrir en la situación de crisis y no ver salida a la problemática, puede asemejarse a la de un calabozo de la edad media o a una prisión como la de cualquier película de cine. Sin ventanas, sin luz y sin aire, la sensación que aparece en algunas personas con el agobio de la soledad, es desbordante. Como en todo lo humano, lo subjetivo pesa profundamente y aunque desde afuera la situación puede verse poco crítica, quien experimenta la soledad siente que ello lo desborda y que no hay muchas alternativas de resolución para eso que le ocurre.

Saber pedir ayuda y saber recibirla

Hay quienes gritan de manera silenciosa buscando ayuda y sienten que no encuentran eco en las demás personas. En muchos casos no saben cómo expresar lo que los angustia y en otros casos no lo hacen porque sienten que nadie podrá entenderlos o porque nadie querrá escucharlos. Los días, las semanas y los meses pasan y la sensación puede hacerse aún más profunda y la idea de soledad y abandono tiende a incrementarse y a volverse más crónica.

Por ello es necesario saber pedir ayuda cuando hay algo que nos aqueja y recordar que no estamos solos. No hay nada de inadecuado en mostrar nuestra fragilidad y en reconocernos en crisis; mientras más nos demoremos en hacerlo, posiblemente más profundo sea el malestar y más complejo sea resolver la angustia. Nunca es tarde para buscar ayuda y siempre habrá alguien a quien acudir en esos momentos en los cuales todas las puertas parecen estar cerradas.

La familia, los amigos, los compañeros de trabajo y hasta los vecinos, pueden ser una buena alternativa para apoyarse y para recordar y validar que no estamos solos. Encerrarse, aislarse, ausentarse y encuevarse puede ser necesario en algunos momentos, pero vale la pena salir de allí, buscar ayuda y dejarse apoyar en los momentos de crisis.

En la actualidad existen múltiples alternativas individuales y grupales que sirven de ayuda para enfrentar las situaciones emocionales que nos desbordan. Sin embargo, todas ellas requieren de un componente fundamental: el deseo propio de hacer algo por sí mismo y la decisión de dejarse acompañar por otro.

No estamos solos y por más difíciles que sean las situaciones y por más oscuro que se vea el panorama en nuestra realidad personal, siempre hay posibilidades para continuar el camino. Los psicólogos, los terapeutas de pareja y de familia, los psiquiatras y muchos otros profesionales, pueden acompañar desde múltiples estrategias y alternativas el malestar y la soledad que se experimenta. Sentirse mal y agobiado por las situaciones críticas no ha de convertirse necesariamente en un problema; la dificultad mayor radica en no buscar ayuda a tiempo y en no dejarse ayudar cuando las posibilidades se tienen a la mano.

La vida y la muerte son en la gran mayoría de los casos una decisión personal. Ojalá que la opción por la vida y por seguir caminando sea más fuerte que la de darse por vencido y que la sensación de soledad y de abandono, sea menos poderosa que la de sentirse acompañado. Dejarse ayudar y permitir que otros nos apoyen habrá de tener un efecto importante en nosotros: reconocer que no estamos solos porque estamos acompañados por otros pero fundamentalmente, por que nos tenemos a nosotros mismos. Ese es el mayor y más profundo logro que puede encontrarse en este proceso.


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