Hay que darse permiso

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Todos hemos tenido chubascos, tormentas, inundaciones, lloviznas, granizadas y hasta nevadas en nuestras vidas. A veces han sido pasajeras pero otras veces se instalan como una visita indeseada que no se quiere ir.

Luchamos contra ellas y pareciera que mientras más esfuerzos hacemos para que se desvanezcan, más fuertes se vuelven. «Salí pues de esa tristeza», «ánimo que no es para tanto», «estar feliz es mejor que estar aburrido». Frases como esas nos dicen y nos decimos. Y más se nos complica lo que sentimos.

Y sabemos que no estamos deprimidos, que no tenemos ninguna alteración mental e incluso, que no hay razones a veces evidentes y claras para sentirnos tristes, decaídos, medio rotos y perdidos. Pero así nos sentimos, así sepamos que eso no dura para siempre y así tengamos claro que esa sensación más temprano que tarde se resolverá.

Frente a esto no hay una solución única ni hay una fórmula mágica, pero sí puede ser posible tener en cuenta una alternativa para hacerle frente y que dice lo siguiente:

«Se vale estar triste, asustado y perdido. Se vale sentirse desorientado, sin aliento y sin sentido. Se vale sentirse frágil, aislado y abandonado. Pero no te quedes ahí, no tránsites mucho tiempo por esas aguas y rema así no te sientas con fuerzas. Haz que valga la pena tener esperanza, tener ganas, tener certezas, tener energias, tener fortaleza y tener compañía, así el barco vuelva a ponerte en la otra orilla. Se vale estar en ambos lados, pero se vale optar por el que está más cerca de la vida»


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