Votar

Soy incapaz de llegar a esos niveles de certeza y confianza de quienes se transforman en vallas con el nombre y el eslogan de cualquier candidato; sigo sin entender el entusiasmo de aquellos que prestan sus ventanas, carros o redes sociales para que se vea el rostro de un aspirante al poder o los lemas de su campaña.
Pero así soy yo, un descreído. Tal vez fue mi amiga Catalina la que me dijo que yo dudaba hasta de lo que me comía. Y Alberto, el abuelo de mi Cata, terminaba todas nuestras discusiones con un “¿a vos qué es lo que te gusta, hombre Mario?”.
Confieso que nunca tuve afán de estrenarme como votante y que, desde que lo soy, solo dos veces lo hice con esperanza: cuando marqué como presidente a Carlos Gaviria y cuando le di el sí al Proceso de Paz.
Las demás ocasiones he votado con sospechas y dudas, sabiendo que estoy eligiendo no al que considero el mejor candidato, sino a duras penas la que juzgo como la menos mala de nuestras opciones, la “menos pior”. Así votaré esta vez.
Desoigo a los proclamadores de las calamidades que se nos vendrán encima, porque son los mismos que celebran como logros notables el aciago presente que tenemos.
Eso sí, sé cuáles son los sapos me estoy tragando, que es tan importante como saber lo que propone cada candidato.
PD: Dice Duque que a él lo reelegirían. No sabe uno si es cinismo o estulticia.