¡Va la madre!

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Quien no lo sepa —que los hay—, que se entere. Quien aún lo niegue o no le importe —porque existen—, que vaya y los oiga, a ver si le sigue trayendo sin cuidado que en Colombia se hubieran gestado dentro del Ejército formas de engaño para matar a quienes nada tenían que ver, para luego presentarlos como criminales caídos en combate.

Lo contaron los medios entonces, algunos con más valentía que otros. Y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ya nos había dicho una cifra: 6.402 personas, por lo menos, fueron asesinadas y se les hizo pasar como guerrilleros. Y aquí, donde los eufemismos campean a sus anchas, llamamos a eso falsos positivos.

Pero es que ahora están ahí, ante los familiares de sus víctimas, el cabo, el sargento, el coronel y el general diciendo eso que ya sabíamos: “Asesinamos personas inocentes, campesinos. Quiero aclararlo acá: lo que asesinamos fueron campesinos”. Están ahí, digo, narrando aquellas jornadas de cacería para lograr “resultados operacionales a como diera lugar”. Hablan también el hijo, el hermano, la madre, el padre… ¿Por qué los torturaron si los iban a matar?, pregunta uno. ¿Quién dio la orden?, quiere saber el otro, queremos saberlo todos.

Decía mi amiga Paula en un chat donde hay pura gente que quiero desde hace años, que era imposible que no supieran lo que hacían, pero que acallaban su conciencia. “¡Va la madre si en los sueños no los persigue tanta maldad!”, escribió. ¡Va la madre!


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