Una lista de razones

Andaba buscando otras cosas y fui a dar con un artículo en la revista Jot Down que a su vez llevaba a una corto video de Manhattan, de Woody Allen, donde Isaac Davis, su personaje, se pregunta qué hace que valga la pena vivir. Quise hacer mi propia lista.
La sonrisa de Cata, sus manos pequeñas en las mías. La voz de mi mamá, la rutina de juegos y risas con mi hermano. Los gestos del hermano que me falta rehechos en el rostro de mi sobrino.
El nacimiento de Venus, de Botticelli y Los halcones de la noche, de Edward Hooper, que robaría si fuera ladrón de arte. El poema de Borges titulado Le Regret d’Héraclite y la sensación de aquella vez cuando lo leí por primera vez. Los cronopios y un tal Lucas, de Cortázar. El poema La tierra de Alvargonzález, de Machado, que tengo pendiente por leer.
Callejero, de Alberto Cortez, porque no entiendo aún cómo puede una canción describir tan bien a mi papá y cómo apenas me di cuenta cuando él ya no estaba. Wish you were here, de Pink Floyd, en especial cuando cantan: We’re just two lost souls / Swimming in a fish bowl. La serie de televisión Los años maravillosos.
Los amigos de ahora, los viejos y los nuevos, que son los amigos de siempre y que justo en estos días de encierro da tanto gusto verles en videollamadas o conciertos virtuales.
Los 7 de diciembre y sus velitas. El cariño de Purita, a quien de niño llamaba mamá-tía. La familia con la comparto apellidos, donde están los tíos y primos con los que crecí y jugué; y la otra, la que me llegó con Cata y que me acogió como uno más entre ellos.
No es muy larga mi lista, pero me basta.