Un síntoma de urbanidad

Tiene Serrat, en un álbum de 1984, un tema que primero declama en español y luego canta en catalán. La letra, dice él mismo, es un manojo de sueños. La recordé algún día de principios de la semana y fui a buscarla para ver si la memoria no me traicionaba.
Y estaba ahí, en Seria fantàstic —como se titula—, la frase que me resonaba: “Sería todo un síntoma de urbanidad que no perdieran siempre los mismos y que heredasen los desheredados”.
Un optimista, escribió Ambrose Bierce, es el “partidario de la doctrina de que lo negro es blanco”; y sin embargo, heme aquí con algo de optimismo… Contenido, pero optimismo al fin y al cabo.
No puede ser malo que, por una vez, hayan dejado de perder siempre los mismos. O hayamos, quizá. No puede ser malo que en este país, siempre tan cerca del borde del abismo, probemos por esta vez no dar un paso al frente. No puede ser malo que en este país tan acostumbrado a oír siempre a los mismos, se haya escuchado el clamor de los olvidados sobre la vocinglería de los regaladores de miedo. No puede ser malo que en Colombia el péndulo de la historia, siempre inmóvil y aferrado del mismo lado del espectro político, por fin se haya movido.
Pero que nadie se llame a engaños, que a estas alturas no perder no es lo mismo que ganar, y ahí estarán las calles para cuando haga falta salir a marchar.