Un mundo más triste

Marzo y abril de 2020 han sido meses complicados. No es solo por el aislamiento y el puto virus este (perdonen ustedes, pero sé que estarán de acuerdo con que es el nombre que mejor se le acomoda), sino también por los que se han ido. Porque entre el tsunami de muertos —entre los anónimos y los heroicos— se cuelan unos que se quieren porque sí, porque de alguna manera tienen que ver con lo que somos, así nada tengamos que ver con ellos.
Supongo que uno sabe que se va haciendo mayor cuando se mueren los héroes con los que creció y no sabe quiénes son los héroes con los que los que niños y adolescentes crecen ahora.
El 24 de marzo se nos cayó el cielo encima, porque murió Albert Uderzo. No le perdono ese nefasto álbum, el número 33 de la serie de Astérix que no quiero ni nombrar, pero hombre, si fue él quien les dio rostro y forma a todos y cada uno de los maravillosos irreductibles de la aldea gala que siempre resiste al invasor. Y a su contraparte, también: de Panorámix a César, de Esautomátix al pirata con pata de palo que solo habla en latín. Uderzo tenía 93 años. Goscinny los imaginó, pero Uderzo les dio vida.
A los 77 años, el 4 de abril, murió Luis Eduardo Aute, el cantante español. “El muy cerdo es alto, guapo caótico, sentimental y todas esas cosas que esas chicas que gritan consideran interesantes”, lo describió Sabina, no antes afirmar que “no se le puede odiar como se merece, porque es también un maestro en el arte antiguo de la generosidad y la amistad”. Me gusta ver a Cata silbando y siguiendo con la cabeza el ritmo mientras Aute canta Slowly o tarareando Sin tu latido.
Y luego va y se muere Marcos Mundstock, el maestro de ceremonias de Les Luthiers. Y dos veces a falta de una. El rumor de su muerte corrió primero, el lunes 20 de abril, antes de alcanzarlo realmente el miércoles 22. Cómo me he reído con él, que no queda más que volver a verlo y mejor si es con Daniel Rabinovich. Tenía 78 años.
No sé si es mejor el mundo que dejaron, pero sí es cierto que se siente más triste sin ellos. Hay que ir a refugiarse en la aldea gala, hay que darle play a Aute y hay que, sobre todo, reírse con Les Luthiers.