Tiempos oscuros

tiempos-oscuros

Deben ser estos tiempos oscuros. Aunque todos lo han sido a su manera, supongo. Hace años dejó de asombrarme la maldad, no de dolerme, solo que ya no me toma por sorpresa. Pero hay golpes que se acusan peor que otros. Cuando escuché en la radio que habían encontrado muerto a Marlon Andrés, sentí que algo se me partió por dentro. No sé qué, porque creí que ya no tenía nada más para partirse dentro de mí, que eso no me ocurriría más. Tuve unas repentinas ganas de llorar que no fueron más que eso, ganas, porque no hubo llanto.

¡Qué ciudad extraña esta, que acumula desgracias y celebra tonterías! ¡Qué sociedad rara la que hemos construido! ¡Qué mundo loco!

Hay gente que sostiene que la Tierra es hoy un mejor lugar para vivir. Les creo, tienen cifras: hoy en el mundo se mueren menos niños menores de cinco años que hace seis décadas y hay menos analfabetismo. Hay más personas con acceso a agua potable y a electricidad. Pese a los incomprensibles antivacunas, el 92 por ciento de las personas piensa que las inmunización es importante y, en efecto más niños se vacunan. Del 8 por ciento restante solo puedo pensar que son idiotas.

Sin embargo, también hay gente que está comprando casas para el fin del mundo, carísimos búnkeres con todas las dotaciones necesarias, con piscina, claro, porque el apocalípsis también entiende de clases sociales.

“Hemos llegado a un punto en el que se habla de generosidad o de caridad en lugar de simple justicia”, dijo el cineasta Ken Loach hace poco, de paso por España. “La solidaridad ha muerto”, sentenció en esa entrevista.

Me pasa que tengo la sensación de que aquí cada quien anda a su suerte. La de Marlon Andrés, tristemente, no fue mucha.


Compartir