Tenemos que hablar

Me siento frente a la pantalla, doy clic en el link de la cita agendada, se abre Zoom y no apago la cámara. Y eso que al otro lado hay cuatro desconocidos. Me apunté con cierto entusiasmo, lo perdí al momento de cumplir con la cita (pero eso es más un asunto mío que de la convocatoria) y lo recuperé mientras avanzaba el encuentro, porque al final fue una buena charla. Estoy hablando de Tenemos que hablar, Colombia (la coma del vocativo es mía, porque me hace falta).
Ellos se definen como una plataforma colaborativa de diálogo e incidencia ciudadana, yo digo que es una oportunidad de sentarse con alguien que tal vez nunca volverás a ver, para hablar sobre este pedazo de planeta que llamamos nuestro país. Que eso era un encuentro improbable, dijo una de las talleristas, y me gustó la definición.
A este país le falta que nos escuchemos más, que discutamos más, ya lo he dicho antes, pero me parece que vale la pena repetirlo e insistir en ello. Discutamos, problematicemos, dudemos, preguntemos… Esta plataforma de encuentros improbables es una opción para que eso ocurra, para confirmarles a los más incrédulos que contradecir no quiere decir enemistar.
Aunque no fue ese mi caso: coincidimos en lo esencial de pantalla a pantalla, y lo lamento porque no pude usar la frase que sugería Jules Renard para concluir las discusiones apasionadas: “En fin, nos vamos a morir pronto”.
Puede ser improbable que me lean la doctora Nandy y el antropólogo Nicolás, o las talleristas Laura y Natalia, pero a todos, gracias por la conversada.