Satisfacer

satisfacer

Escribí esto un miércoles, lo publican un viernes. Veo venir otra indignación, tal vez de menor discordia, menos polémica, pero ahí estará. Veremos de nuevo ese talante culposo, esa idea de lo pecaminoso que tan bien echó raíces en esta tierra, para no hablar mal de otras que se nos parecen.

Aquí, donde tenemos tantas cosas prohibidas, pero que se hacen; aquí, donde sobran las cosas de las que no se hablan, la Secretaría de la Juventud lanzó una campaña invitando a la gente a masturbarse.

La masturbación mejora tu estado de ánimo, dice el post de Instagram. Explotan los chat de mamitas y papitos de los colegios. Anticipo cadenas de mensajes, peticiones virtuales, voces que piden pasar a la acción, golpes de pecho, vestiduras rasgadas, discursos desde los púlpitos: ¡Hay que detener este mal ejemplo!, dirá alguien y otros estarán de acuerdo. ¡Pura paja! En este momento, en alguna parte se acelera la respiración de jóvenes que descubrieron hace tiempo, y ojalá sin culpas, los beneficios de la autosatisfacción.

En el fondo el tema es otro: la posibilidad de hablar sin tapujos de la sexualidad no solo para disfrutarla, sino para entenderla y vivirla con el cuidado y la responsabilidad necesaria.

¡Qué mal por quienes se prohíben a sí mismos el placer de conocerse! ¡Qué bien la invitación a hacerlo!


Adenda

Que viene el lobo, anda gritando de nuevo el zorro. Esa táctica ya le sirvió para que lo eligieran mandamás en el gallinero. Y hay que ver cómo le gustan al zorro las gallinas.


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