Romantizar

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Voy a decir que es una equivocación de buena fe, aunque no me lo crea del todo. Pero sí sé —con la certeza de los necios y los dogmáticos, que afirman sin tener pruebas de nada, pero llenos de convencimiento— que cuando eso pasa se le asesta un duro golpe a quienes, unos mejor que otros, abogan por la equidad y reclaman justicia social.

Y pasa con más frecuencia de lo que se quisiera, pero es que en estos días fue todo muy seguido. Un noticiero de televisión, de esos de alcance nacional, cuenta el acontecimiento, el hallazgo sucedido en Tunja, la “historia maravillosa”, dice la presentadora, de un par de primos, Anny Mariana y Justin, que rescataron de la basura los restos de un computador que no sirve para nada y cómo trabajan con él. 

Son niños de “una familia que poco conoce de adversidades, o que quizá puede conocerlas, solo que aprendieron a vivir con ellas y a disfrutarlas”, dice el periodista, así sin más, mientra la cámara graba a los niños sentados en piedras, tecleando en una tabla de madera en frente del plástico vacío que insisten en llamar pantalla. ¡A disfrutarlas!

No se pregunta el periodista el porqué de la inequidad, le basta con romantizarla, con llenarla de palabras que van perdiendo el sentido entre más avanza la nota: persistencia, imaginación, sueños…

Pasa en todos lados. Aquí cerca de donde escribo esto, también. “En el corregimiento de Altavista, en Medellín, hay una artista en potencia”, inicia la nota que cuenta la historia de Allison, una niña de ocho años que colorea unos dibujos “con el corazón” para luego venderlos para poder volver a estudiar. 

No dudo que así sea. Que los pinte con el corazón, digo. Tampoco que aparezcan padrinos dadivosos que se los compren, que le regalen un computador y que Allison consiga volver al estudio. Y está muy bien… para ella. Y para Anny Mariana y para Justin, que seguro recibirán un computador, si es que no ha ocurrido ya.

Y que haya quien los ayude, dirán algunos, justificará ese tipo de notas. Pero esa romantización de la pobreza, esas notas periodísticas que logran que sean particulares quienes cubran las necesidades de algunos, de a uno en uno, de gota en gota, en vez de reclamarle al estado que asegure las de todos, es lo que me molesta. 

Igual el Estado es sordo, desde hace años. Y desdeñoso. Un día nos trata de atenidos y al siguiente nos dice que la pobreza es mental. Que lo sepan Allison, Anny Mariana y Justin, que si tienen que vender hojas coloreadas para estudiar o no tienen computador donde hacer las tareas es porque no les ha dado la gana a ellos, porque no se han puesto las pilas para salir de pobres.


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