Reparar

reparar

Todos tenemos gente a la que le mandamos cosas. Y gente que nos manda. No sé si el algoritmo le deja algo al azar, pero nos topamos con asuntos que, creemos, le pueden interesar a un amigo, a un primo, a un hermano o a la mamá… Entonces copiamos la dirección y la mandamos por Whatsapp.

Tengo todo tipo de remitentes. De chistes, artículos periodísticos, columnas de opinión, poesías, tarjetas, oraciones, cadenas de información sin verificación, videos editados para confirmar puntos de vista, bobadas… A veces cuesta separar la paja del trigo.

Merecemos, también, que nos lleguen verdaderos tesoros, para no tener más opción que compartirlos a su vez, buscando no la viralidad, sino otra cosa. El entendimiento, tal vez. O el asombro.

Me pasó la semana pasada. Mi amigo Andrés me pasó (nos, porque fue a varios) un video. “Me pareció muy teso esto…”, fue todo lo que usó como introducción, nudo y desenlace de su recomendación.

Y ese “esto” es el testimonio que Juan Esteban Muñoz —quien fuera subteniente del ejército— le da a Agustín Ostos, un español que viaja por el mundo en su moto. Muñoz Montoya cuenta cómo y por qué participó en lo que aquí decidimos llamar falsos positivos, que la ley nombra como homicidio en persona protegida y que no fueron otra cosa que ejecuciones del Estado fuera de la ley.

Y sin embargo no es un relato del horror (aunque sí), sino de la necesidad de reparación, de la expiación, de la reconstrucción de lo que puede ser incluso irreparable. Del perdón o de su búsqueda, mejor. Sería maravilloso que lo viera mucha más gente.


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