Recordar

recordar

Yo, como muchos —como todos, mejor—, voy a mi memoria para rebuscar momentos vividos, para traer de vuelta a aquellos que extrañamos. Atesoramos recuerdos, podríamos organizarlos de los más felices a los más tristes, de los pletóricos a los vergonzosos.

Y sin embargo, resulta que nos mentimos una y otra y otra vez. “La memoria es algo que se forja en el momento presente”. Lo dice la psiquiatra Veronica O’Keane. Va más allá, incluso: “En cierto modo, toda nuestra memoria es falsa”. Lo hace en una entrevista a El País, hablando sobre su libro El bazar de la memoria.

Los hechos que rodearon aquel primer beso, la tarde de risas que siempre te alegra haber vivido, ese momento mágico al cual acudir en busca de consuelo o ese otro, lleno de nostalgia, o aquel que aún, pese al tiempo transcurrido, aún te hace sentir mal. Puede ser que nada de eso sea como crees que fue. Eso dice O’Keane, que ese almacén de recuerdos no funciona como siempre sospechamos.

No está tan mal. Somos como Johnny y Vienna en aquel western romántico de los 50, Johnny Guitar. “Miénteme, dime que me has esperado todos estos años”, le pide él. “Te he esperado todos estos años”, responde ella sin cambiar de expresión. El diálogo entero es de antología.

Digo que no está del todo mal esa jugada de la memoria, hacer brillar un tris los mejores recuerdos, darles un toque más amable a los peores si eso es acaso posible. Tenemos claro que al final, para desmentirnos, está la realidad.


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