Poder

Para estas alturas el asunto ya se antoja viejo. Pasó hace más de 15 días. O hace más 15 días que se supo, mejor. Igual parece una eternidad entre el aluvión de noticias de cada jornada.
La más reciente premio Nobel de Literatura, Louise Glück, le mandó a decir a la editorial Pre-Textos, que fue la primera en publicarla en español cuando poquísimos hispanoparlantes sabían de su existencia, que se iba para otro lado con sus letras.
Hasta ahí todo bien, que romper una relación la rompe cualquiera. Podría haber sido un adiós y que te vaya bien, pero no.
El agente literario de la reciente Nobel, Andrew Wylie —poderoso, influyente, poeta arrepentido, apodado El Chacal, agente de autores como Borges, Bolaño, Sontang, Kundera, Baricco, Chimamanda Adichie o Nabokov—, le exigió a Pre-Textos que destruyera todos los textos y libros de Glück que aún tuviera en su poder.
Dicen que en el mundo editorial abundan los rufianes. Lo hago porque puedo, dirá para sí Wylie, quien arrastra una larga historia de éxitos como agente literario, pero también de “robos” y traiciones como esa que urdió contra Pre-Textos, una editorial de las llamadas independientes (“No sé de qué, pero independientes”, me dice de vez en vez Iván Hernández, el editor de la también independiente Frailejón Editores).
Me gusta esa canción de Alberto Cortez que dice aquello de “… y sobre los otros no pasar jamás”. Porque lo que me molesta de todo este asunto es la bravuconería. Habrá quien diga, como si fuera heredero de los Corleone, que no es nada personal, solo una cuestión de negocios. A mí, en cambio me parece una muestra más de quienes usan el poder (el que ganan, el que usurpan, el que heredan) para joder, en lugar de para ayudar. Lo hacen porque pueden, se dirán.