Pelear

Aquí, un par de tipos convierten una glorieta en un ring de boxeo. Allá, un motociclista usa su casco como arma arrojadiza contra un bus; el conductor se apea blandiendo ese objeto que el diccionario describe como más corto que la espada, ancho, pesado, con filo de un solo lado y que responde al nombre de machete.
Para que las palabras, si tenemos los puños. Nadie tan intolerante como el ser humano en condición de conductor. Exagero, claro, el fanatismo político y el religioso también suman su cuota de energúmenos. Ejemplos hay de sobra. Pero vuelvo sobre los que se sientan detrás de los volantes. Lo sé por mi propia experiencia, como cantó Alberto Cortez: me han pitado cuando el semáforo no ha terminado de iluminar el verde, se ha acordado de mi madre algún motociclista y me ha cerrado el paso uno de esos carros más grande que cualquiera. También yo me enojo, pero yo soy de los que insulta con las ventanas cerradas.
Dicen que el problema es la nueva ley, la 2251 de 2022, dice que cuando el golpe es leve no es necesario esperar a un agente de Tránsito. Basta con que cada quien tome fotos e intercambien teléfonos. Cuadren entre ustedes, dijeron las autoridades. Arréglenlo a golpes, entendieron algunos.Lo dudo. Es nuestra ya demostrada intolerancia la que nos condena.
Para que quede claro, conciudadano conductor que me lee, si nos chocamos, no creo que mi carro sea un castillo que deba defender con uñas y dientes. Espero que usted tampoco.