Otros días

Hay días, lo escribí hace una semana, que no deberían sumar mucho. Días en que no pasa nada. Hay otros, en cambio, que parecen ser definitivos, días que lo cambian todo. O parte del todo. O días en que ese todo pudo haberse ido al carajo, pero no. Y es una lástima que esos los vivan unos pocos, llamados por el azar o el contraazar o el superazar, el que ustedes prefieran. Gente en el punto preciso, en el momento exacto, que puede ser cualquiera.
El paisajista japonés Tatsugoro Matsumoto, hace casi un siglo, obviando la petición de sembrar cerezos en Ciudad de México y concluyendo que mejor plantar jacarandas. Fue todo un acierto. Cualquiera que las haya visto florecidas en Polanco o en el Paseo de la Reforma lo sabe.
El periodista italiano Riccardo Ehrman, en noviembre de 1989, alzando la mano en una rueda de prensa para preguntarle al responsable de la República Democrática Alemana, Günter Schabowski, cuándo entraba en vigor la norma que les permitía a los alemanes del este cruzar el Muro (“De inmediato”, respondió el confuso funcionario) precipitando su caída.
El uruguayo y capitán de la celeste, Obdulio Varela, en julio de 1950, dejando enfriar la euforia mientras camina despacio con el balón bajo el brazo hacia la mitad del Maracaná luego del primer y único gol de Brasil en aquella mítica final.
Eddie Adams, fotógrafo de la AP en Vietnam, congelando para siempre el gesto del ajusticiado Nguyễn Văn Lém. Luego se arrepentiría de aquella foto que condenó para siempre al brigadier general Nguyễn Ngọc Loan.
El especialista en informática Stanislav Petrov, en septiembre de 1983, viendo iluminarse la pantalla de su computadora alertando un ataque nuclear desde Estados Unidos y decidiendo que era una falsa alarma, permitiendo que sigamos aquí, contando el cuento.