Ocultar

ocultar

Voy a omitir el camino para hacer corta la historia, pero el caso es que terminé leyendo en internet sobre depilación de la zona del bikini. Así la llaman, zona del bikini. Llevé mis hallazgos a un entrañable chat que tengo con amigas de hace años, donde lo mismo sostenemos discusiones seriesísimas que charlas absurdas.

Entre chiste y chiste llegamos a El origen del mundo, la pintura de Gustave Courbet. Es un desnudo, claro. De la modelo —la bailarina Constance Quéniaux, de quien solo se supo su identidad en 2018— no se ve el rostro, pues es un retrato, con lujo de detalles, de su peludísimo pubis. 

La pintura es de 1886. Casi un siglo después, en 1981, la recibió el estado francés como parte de pago por los impuestos adeudados de su fallecido propietario, el mismísimo Jacques Lacan. Apenas desde 1995 está expuesta en el Museo de Orsay. 

No sorprende que en 2011 la haya perseguido Facebook: si  Zuckerberg y compañía se asustan con los pezones femeninos, cómo no habría de espantarlos un coño. 

Sin embargo, si se busca en Google, donde está lo poético y lo profano, lo sensible y lo vulgar, lo sutil y lo pornográfico, no aparece la imagen del cuadro de Courbet en los primeros resultados. Google la oculta. O lo intenta. 

Y no es que esa enorme biblioteca de Alejandría digital esconda los desnudos o el vello púbico. Es otra cosa, es esa mojigatería que parece regir al mundo. 

Cuando Margaret Atwood describió Gilead no estaba exagerando.


Compartir