No puede ser

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No puede ser que nos vuelva a ocurrir. No puede ser que algunos, de nuevo, quieran insistir con su relato —exclusivo, sin contradictores—, no puede ser que los mismos que antes usaron como estrategia emberracar a la gente vengan ahora a ofrecer su soliloquio porque son incapaces de reconocerse, sin siquiera mirarse al espejo, en el relato que construyó la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición. 

Quizá es que le tienen terror a su propia imagen, a lo que ayudaron a crear, al ser en que se convirtieron. O tal vez les aterra que se derrumbe su discurso rabioso o que desde las aulas de clase —adonde se quiere y se debe llevar la información— aparezcan las voces críticas que los cuestionen; a lo mejor temen que se le vean las costuras a esa historia que les permitió estar tanto tiempo en el poder.

O quizás es que prefieren esa verdad maniquea —la suya y solo la suya, la incuestionable, porque el mundo les sirve solo en blanco y negro— porque mantiene vivos los miedos que tan buenos réditos les han dado. Prefieren la penumbra que les permite inventar monstruos y desdeñan la lumbre que los desdibuja.

Y entonces vienen y nos dicen que crearán una “cartilla alternativa” y le tienen ya un título furioso y pendenciero: ¡Cuál verdad! 

Lo pienso de nuevo y me parece que lo que no les gusta es el juicio de la historia y mucho menos que los alcance en vida.


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