No, ese no soy yo

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Hay que disfrutar las equivocaciones. “No, ella (él) no está, salió con el novio (novia) a cine”, respondía mi papá cuando, desde el otro lado del teléfono, preguntaban por alguien que no vivía en la casa. Claro, en ese entonces el identificador de llamadas era un asunto de los Supersónicos. Durante meses me llamaron de un banco a preguntar por Jairo Quira o Quima, nunca entendí bien su apellido. Y yo, a mañana, tarde y noche, repetía el mismo guión con mi interlocutor:

—No, este no fue, no es y posiblemente no sea nunca el celular del señor Jairo.
—Ah, está bien, disculpe —, pero igual, volvían a llamar al siguiente día. Decidí ayudarles.

“Mire, este no fue, no es y posiblemente no sea nunca el celular del señor Jairo —dije, repitiendo la fórmula —, pero si usted me cuenta qué es lo que le quieren decir, con mucho gusto iré por la calle preguntándole a la gente si son o conocen a Jairo Quira o Quima para darle su razón. Puede ser que tenga más suerte que ustedes en la búsqueda”.

Rechazaron mi oferta, pero dejaron de llamarme.

Alguna vez, al saludarme un vigilante, me quedó la duda de si me había dicho Mauro o Mario, pero no le vi importancia. Cuando era claro que me decía Mauro ya había pasado demasiado tiempo para sacarlo del error. Cuando lo veía en la portería apostaba conmigo mismo a ver si alguien lo había corregido. Siempre perdí.

Desde hace años me llegan a un viejo correo de Hotmail las notificaciones que envía la Secretaría General #2 del Tribunal Contencioso Administrativo del Valle del Cauca. Folios, resoluciones… Cosas que le deben importar a un abogado quizá llamado Mario, quizá apellidado Duque. Estoy pensando qué hacer con esos correos.


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