Me acuerdo

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Me encontré en una feria del libro lo que no andaba buscando. Así son estas cosas: vas tras un autor o un texto y, de la nada, te salta otro a las manos… o a los ojos, mejor.

Es un libro sencillo, de esos que alguien puede decir “esto lo escribe cualquiera”, pero este cualquiera fue George Perec, el francés que, entre otras cosas escribió toda una novela sin usar la letra e. Es un libro de memorias, Me acuerdo, se llama y ahí está lo sencillo, pues es una colección de esos detalles que se te graban, que te persiguen de alguna manera, que forjan lo que somos: material para el olvido, sí, pero mientras eso pasa, vamos acumulando
recuerdos.

Somos lo que recordamos, esa frágil conexión entre lo qué pasó, lo que creemos que pasó y lo que quisiéramos que hubiera pasado.

“Me acuerdo del algodón dulce de la ferias”, escribe Perec y pienso en una especie de memoria colectiva de la humanidad, de ese recuerdo de infancia, que es la patria de cada hombre, como dijo Rilke. Cualquiera puede recordar aquel sabor del algodón de azúcar.

Somos ese recuerdo feliz, pero también el que nos acongoja y el que nos remuerde la conciencia…

Cata suele burlarse de mí cuando cuento historias como si fuera un viejo: me acuerdo cuando esto no era más que mangas, me acuerdo del cine Cid y del Libia, me acuerdo del viento del final de la tarde que te obligaba a ponerte un saco.

Me acuerdo de mi perro mirando desde el balcón. Me acuerdo de mi hermano mayor y aquel gol que hizo desde la mitad de la cancha que mi papá celebró como si lo hubiera hecho él.

Me acuerdo de la sonrisa de Cata cada que le doy rienda suelta a mis recuerdos.


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