¿Limpiar?

Vuelve y juega. Que en este mundo hay gente que lo sueña del tamaño de su buenismo. O de su corrección, mejor. Esa gente que, queriendo encajar en una definición de Ambrose Bierce, se empeñan en volver bueno aquello que consideran malo. Son correctores de los usos y las costumbres y van por el mundo pintándolo del color que se le antoja a los tiempos que corren.
En 2019 —qué lejos parece ya aquel año prepandémico— una escuela pública de Barcelona había decidido esconder 200 títulos infantiles de su biblioteca, porque no fuera a ser que un niño de cuatro años se topara con Cenicienta y el cuento trastocara su entendimiento sobre roles y géneros para toda su existencia. O algo así era el alegato.
Ahora, unos bienintencionados —pero majaderos— editores de la editorial Puffin Books junto con los herederos de la obra de Roald Dahl, se han empeñado en “corregir” la obra del escritor galés para que nadie se sienta ofendido. Basta de gordos y feos en los textos que leerán quienes se acerquen a los cuentos, poemas o novela de Dahl, que el mundo de hoy ya no permite esos adjetivos en un libro infantil, no vaya a ser que alguien se enoje… y no compren más los libros y, quizá, cancelen en redes sociales al viejo Roald que lleva tres décadas muerto.
Habrá, no tengo dudas, quien les aplauda la decisión, porque hay gente dispuesta a limpiar el planeta justo de las cosas que no lo ensucian.