Irrelevante

irrelevante

Vaya uno a saber por qué —y si usted lo sabe, querido lector, le ruego me lo cuente— alguien decide que una centenaria pared es el lienzo ideal para trazar con aerosol azul el más irrelevante de los mensajes: “Aliens exist”

Pasó en Roma, en el Panteón de Agripa. No es que yo me oponga por oponerme a los mensajes en las paredes que tan necesarios son a veces y que dicen incluso más cuando corren a censurarlos. Me desconcierta la tontería. Porque algo va, digamos, del “Romani ite domum” de La vida de Brian (para no meternos en honduras) a este absurdo “los aliens existen”. 

Quizás el asunto, sospecho, está en la exaltación de la bobada, en el reto cumplido que no logra nada, en el atrevimiento superfluo. “¿Viste el graffiti en el Panteón? ¿Lo de los extraterrestres? Pues lo hice yo”, puede que se jacte alguien. 

O puede ser esa manía de dejar huella. Aquí estuve yo, como declaración de vida. Hay rastros de ello en los nombres tallados en murallas, piedras, árboles… Hay selfies, hay rayones con marcador o con spray. Hay consignas, chistes, arengas y boberías que buscan dejar una huella del paso de alguien por el mundo, una falsa idea de eternidad, en todo caso. La pintada se descubrió el domingo, se esperaba que el martes hubiera sido borrada. 

Pero al final mi duda sigue siendo la misma: para qué el esfuerzo, el riesgo asumido, el daño ocasionado, para escribir semejante insignificancia, por no llamarlo tontería.


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