Esquivar

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Claro que hay espacio para la indignación, pero no para la sorpresa. Porque aquí, en estos 1.142 millones de kilómetros cuadrados que llamamos Colombia, es usual que cada quien (y cada quien verá si le chanta el guante y si no, que me excuse) encuentra formas de esquivar la norma, cuando la norma no le conviene.

Aquí, en esta tierra de ciegos, no es rey el tuerto, sino el avivato.

Otros en cambio (el anterior jefe de la procuradora Margarita Cabello, por ejemplo, el aún presidente Duque) logran pasar de agache por el radar de los organismos de control, aunque sean tan mañosos el uno como el otro: el presidente, el alcalde, el general. ¡Tan avispados que resultaron todos!

Me pregunta mi amiga Mónica —pero sé que ella sabe la respuesta— que si este país siempre fue así de terrible o ahora está peor. Y yo, fatalista consumado y pesimista, le respondo que siempre fue terrible, pero que ahora está peor.

Le paso la pregunta a Cata, que mira el mundo con ojos distintos a los míos. Se lo piensa, menciona de paso a Steven Pinker en su respuesta, pero luego compone un gesto que lo dice todo.


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