Escribir

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En el pabellón de España, el país invitado a la Feria del Libro de Frankfurt, hay una máquina que escribe. No una máquina de escribir, una que escribe, sí, con un lapicero y todo, un larguísimo texto. 

“Sostenida mirada al futuro que topando…”, leo en el video de la máquina en acción.  

¿Cómo sabe lo que debe escribir? Le llega la información por medio de la iniciativa Universal Poem, que le permite a cualquier persona sumar un verso de hasta setenta caracteres. El que quiera participar aún tiene tiempo: la cuenta regresiva es de más de doscientos mil días. Ahí estará ese poema, ese eterno cadáver exquisito, si nadie lo olvida o la humanidad no se acaba, escribiéndose durante más de cinco siglos. Tal vez no le quede tanto tiempo al planeta. 

No doy un peso por el resultado, pero no deja de asombrarme la cantidad de personas que han escrito allí persiguiendo acaso dejar huella —ah, esa absurda necesidad humana de eternizarse—. Han escrito en español, en portugués, en francés, en lo que supongo es árabe. Hay versos en catalán y en euskera. Hay quienes de verdad se creen poetas, quienes hacen chistes flojos y quienes prefieren pedir la dimisión de un político de turno. Allá cada uno cómo imagina ganarse la posteridad. Un mapa indica que Colombia tiene 98 participaciones.

El poema lleva más de 44.000 versos. Dudo que el extensísimo documento encuentre un lector de verdad interesado. ¡Qué se la va a hacer! La eternidad a veces resulta efímera.


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