Dudar, entender

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Contaba hace unos días en Twitter que, cuando fui a ponerme la primera dosis de la vacuna, había entre los que esperábamos un hombre grandísimo con una mascarilla minúscula incapaz de cubrirle a la vez la nariz y la boca.

El tipo quería protegerse del virus, claro, por eso estaba allí esperando el chuzón, pero a su vez parecía no entender muy claramente lo que debía hacer para cuidarse. Era una de esas personas que confían en la ciencia, le creen, pero no la entienden muy bien.

No es cuestión de pocos. Me dice mi hermano, Manolo, que el gran triunfo de los terraplanistas es que los demás no tenemos las herramientas ni argumentos científicos para desmentirlos. Sabemos que la Tierra no es plana, pero cuando nos lo contaron en el colegio no nos hizo falta exigir pruebas.

Le creemos a la ciencia y está bien, pero no estaría mal indagar un poco más para entenderla. La duda y la comprobación como elementos fundamentales de cualquier asignatura. Si no es posible dudar es que no hay saber, sino dogma.

Así, tal vez, sería mucho más fácil romper con las cadenas absurdas en contra de la vacunación, los tratamientos milagrosos o, ya entrados en gastos, la publicidad de las televentas.

No es tarea fácil, por supuesto, nunca lo ha sido. Tampoco se trata de formar escépticos, solo gente que no trague entero, que sepa desenmascarar a un terraplanista o a un político mañoso, porque dudar y entender también sirven para eso.


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