Desde hace años

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Al lado izquierdo del computador tengo unos libros que me sirven para distraerme de vez en vez. Agarro uno —El simétrico milagro, la recopilación de aforismos de Ramón Eder publicado por Milserifas— y lo abro en cualquier página, al azar. “Hay gente que nunca sabe el color de los ojos de sus amigos”.

Me acordé que hace tiempo me escribió un amigo. Uno de esos que tengo desde hace años, de esos que para encontrar las raíces del cariño hay que ir a buscarlas en los salones del bachillerato, en los viajes en bus del colegio a la casa, en los partidos de fútbol sobre el asfalto del barrio, en el tiempo de los primeros amores. 

Es uno de esos amigos que conservo desde entonces, que no son muchos ( basta con los dedos de una mano para contarnos a todos cuando nos juntamos). No nos vemos mucho. Es más, no nos vemos casi nunca.

Creamos un chat que llamamos Una vez al año y tuvimos que renombrarlo: Una vez cada dos años. Y quizá vaya siendo hora de volver a cambiarle el nombre.

Me escribió aquel amigo para decirme que me lee y que le gusta leerme. Y entonces esta columna se convierte en una línea que une los años compartidos y alguna travesura adolescente con lo que somos ahora. 

Nos distanciamos un tiempo, cada quien por su lado, adonde nos llevaron nuestras decisiones. Nos reencontramos de a poco, como quien se acerca a un animalito para no asustarlo. Tendimos puentes para saber que seguimos estando ahí, por si las moscas, para tener a la mano aquel otro tiempo. Además cada uno, en alguna parte de la memoria, guarda un pedazo de lo que fuimos y no está mal poder acudir a ellos en caso de necesitar recordarlo.


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