Desaparecer

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Mi amiga Cris, que cuando miro hacia atrás me doy cuenta que lleva casi toda la vida ahí, en los afectos, compartió en un grupo de whatsapp —lleno también de amigos de hace tiempo— un video que hace parte de la conmemoración del Día Internacional de los Desaparecidos, el pasado 30 de agosto, porque en este mundo nos tienen que recordar que hay a quienes la vida se les convirtió en una larga espera de noticias que no llegan, de incertidumbres que nadie aclara y que otros oscurecen.

El video es una bella y desgarradora versión de Hasta la raíz, la canción de Natalia Lafourcade y Leonel García, que interpretan 15 músicos de nueve diferentes países de Latinoamérica, una región particularmente golpeada por las desapariciones. Hay aquí —y cuando digo aquí es este largo territorio que va desde el río Bravo hasta el sur, donde los Andes se hunden en el mar— una triste colección de historias similares, de personas que esperan, de búsquedas que no terminan. 

Aquí, en este pedazo del planeta que comparte idioma y tragedias, desaparecen los Estados, los grupos armados, los narcos y hasta la Tierra, cuando se sacude moviendo montañas, subordinando ríos o vomitando lava. 

Solo en Colombia, lo dice el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), hay más de 120.000 desaparecidos en medio de este conflicto que nos negamos a dar por terminado y que resucitamos cuando estuvimos tan cerca de empezar a acabarlo. Desde la firma del Acuerdo de Paz, el mismo CICR ha documentado más de dos mil casos. Cada día, en este país de olvidos y llantos, desaparecen tres personas a causa de nuestras guerras. 

Me acordé, entonces, de un poema de la argentina Irene Selser. Ayotzinapa, se llama: Dice la madre / si aún no lo he soñado / es que está vivo.


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