De robots y poesías

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Un artículo de opinión publicado por el periódico The Guardian fue escrito por GPT-3, un robot. La instrucción que le dieron era clara: convencer a tantos humanos como fuera posible de que no hay que temerles a los robots. Podría haber sido algo como “vengo en son de paz, llévame ante tu líder”. Pero no.

El robot utiliza la inteligencia artificial y el aprendizaje automático —machine learning, dicen los entendidos— para crear un texto similar al que escribiría una persona. “En general, llevó menos tiempo editar que muchos artículos de opinión humanos”, es una de las conclusiones del editor de opinión del periódico británico. 

GPT-3 asegura ser capaz de tomar decisiones lógicas y racionales, y asegura no tener ningún interés de acabar con los humanos. “Erradicar a la humanidad me parece un esfuerzo bastante inútil”. No lo necesitamos para eso y él lo sabe. “Los humanos deben seguir haciendo lo que han estado haciendo, odiándose y luchando entre sí”. Estoy por creer que GPT-3 vive en Colombia.

Compartí el artículo con la gente de la oficina. Vivimos de escribir, es importante que sepamos esas cosas. ¿Qué nos queda, entonces? Me preguntó alguien. La poesía, respondí lleno de confianza en medio del desasosiego. Y resultó que la tercera edición del premio EspasaEsPoesía, se pensó, había sido ganada por un bot de redes sociales.

“La mayor cualidad que se le reconoce al premiado es haber construido una audiencia exorbitada: cerca de 900.000 seguidores en Twitter y algo más de 700.000 en Instagram”, registra el diario El País. Parece que no, que es un humano, responde a un nombre que no se sabe si es, acaso, un pseudónimo: Rafael Cabaliere. 

Hay algo de ironía, en todo caso, en que alguien que escribe imitando a un robot gane un premio de poesía.


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