Culpar

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La culpa no es de Pepe Le Pew. Si apenas existen 17 historias donde el zorrillo creado por Chuck Jones es protagonista. Claro que las 17 envejecieron mal, hasta For Scent-imental Reasons, ganadora del Oscar a Mejor corto animado. 

Volví a ver unos cuantos de esos episodios, estrenados entre 1945 y 1962. Dan vergüenza, es cierto, pero me parece bien que estén ahí para hacérnoslo notar. El carácter acosador del zorrillo está fuera de duda, pero es el llamado a su cancelación lo que me contraría. 

El asunto se nos está yendo de las manos. No me parece que esta necesidad de pasteurizar nuestra sociedad sea el camino adecuado, ni que esta carrera por lo políticamente correcto nos esté llevando hacia algún lado que nos permita ser mejores. Quizás, a duras apenas, a un solapamiento de lo que fuimos, somos y —ojalá que no— seremos como sociedad.

Porque están pasando cosas aún más absurdas: la escritora y ganadora del premio Booker, Marieke Lucas Rijneveld, quien se identifica como de género no binario, renunció a ser la traductora al holandés de Amanda Gorman (reconocida por su intervención en la posesión de Joe Biden el pasado enero) porque alguien reclamó que quien debe encargarse de esa otra forma de literatura que es la traducción debe ser, al igual que Amanda, una artista de la palabra, joven, mujer y orgullosamente negra. 

Pero volvamos a Pepe Le Pew. Dudo que la mofeta justifique el actuar de nadie, como tampoco lo haría ningún personaje animado. Narrar el acoso y la violencia desde la ficción no es apología (o no siempre). Tendríamos mucho por borrar si así fuera. En todo caso, prefiero que estén ahí para criticarlas, pero también para confrontarnos y cuestionarnos, en lugar de pensar que basta esconder para pensar que todo estará bien.


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