Cosas que pasan, cosas que veo

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Hay cosas que te pasan si estás vivo. El caricaturista argentino Liniers lo tiene claro. Pasa en sus tiras, le pasa a usted, a mí, a todos.

Mónica resbala al caminar por la calle, rumbo al trabajo. Un paso en falso. Creyó haber pisado una cáscara de mango, pero era una rata. Lo contó en Twitter.

Una niña descubre que el suelo está seco bajo las ramas del árbol. “Aquí nunca se ha mojado nadie, mamá”.

Una mujer espera a mi lado a que el semáforo peatonal nos dé vía. Compartimos unos segundos. “Dios lo bendiga”, me dice cuando la luz pasa a verde, antes de seguir su camino, y me sorprende en mi descreimiento.

Un hombre ve pasar a una chica y se atraganta con un piropo, se le nota que amarró la lengua en el último minuto.

El celador no contesta el buenos días. El tiempo que llevo sobre este mundo dice presente convertido en un dolor en la rodilla derecha al subir las escaleras. El celador no contesta el hasta luego.

Un par de niños —hermanos, supongo— están parados en la acera mirando los carros que pasan, tratando de identificar la llegada del que los lleva a su casa tras la jornada escolar. Están tomados de la mano. Así que así era como nos veíamos nosotros, me digo con nostalgia. O saudade, quizá.

El vendedor ambulante sonríe, pese a que la chaza sigue tan llena como estaba en la mañana. Una chica descubre, con asombro, que el paraguas está malo y mira al cielo, como quien calcula la probabilidad de que la garúa se convierta en palo de agua. Un adolescente está absorto en la brasa del cigarrillo que se fuma, como si estuviera allí la respuesta que necesita. Hay cosas que te pasan si estás vivo.


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