Contar

contar-2

Ocho días. Eso fue todo. Una cuenta que tiene algo de macabra. Ocho días seguidos, uno tras otro, sin que nadie decidiera asesinar a otro. 

Una semana, eso fue todo. Las notas de prensa hicieron hincapié en que desde hacía cuarenta años (desde cuando se hizo necesario llevar la cuenta de las muertes violentas en este valle atribulado) esta ciudad no había conocido tal cantidad de jornadas ininterrumpidas de sosiego.

En 2022 se registraron en Medellín 365 homicidios. Las estadísticas son frías: un muerto cada día a manos de otro ser humano. Fueron menos que en 2021, en todo caso. 

No es que me moleste que no maten gente, es que me sorprende que lo noticioso esté en que por 192 horas, minuto tras minuto, sin interrupción, nadie le haya puesto fin a la existencia de otro. 

Esta ciudad necesita una tregua consigo misma. Pero aquí, donde el que ordena parece no ser el mismo que el que manda; aquí, donde hubo “donbernabilidad” y pacto de fusiles; aquí, tierra fértil en gente armada, intolerantes y discusiones que acaban en tragedia; aquí, en este país donde hay quienes, cuando dicen paz total, lo dicen con sorna; aquí, digo, apenas si podemos esbozar media sonrisa triste al confirmar que, por lo menos durante 11.520 minutos, nadie dio la orden de matar a nadie, nadie perdió los estribos hasta llegar al crimen, no hubo nadie recorriendo urgencias o morgues rogando no encontrar a nadie.

A ver si algún día vivir no nos cuesta la vida.


Compartir