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Un hombre en Georgia, Bidzina Ivanishvili, poderoso y millonario, ha enviado a sus emisarios a recorrer su país con una misión.

—¿Cuánto vale este árbol? —, preguntará un abogado.
—Cuatrocientos mil laris —, responderá el cuestionado.
—Le doy 40 mil —contraofertará el comprador y aceptará el vendedor mientras piensa que aquel árbol enorme que le da sombra en verano, pero le llena de hojas el patio en otoño, no le ha reportado un solo lari en toda su vida. Se llenará los bolsillos con unos billetes que lo podrán sacar de algún apuro y quizá, gastado el dinero, anhelará la fresca sombra de su árbol.

La historia la cuenta la cineasta Salomé Jashi en un documental llamado Taming the Garden. Ivanishvili quiere un jardín único para su mansión y destina parte de su fortuna a conseguir árboles adultos desperdigados por los campos de Georgia. No tiene la paciencia para verlos crecer, los quiere ya y paga por ellos.

Poderoso caballero es don dinero, escribió Francisco de Quevedo en el siglo XVII. Era cierto antes, lo fue entonces, lo sigue siendo hoy y lo será mañana. Sirve para comprar un bosque o evadir la justicia. Andrew Albert Christian Edward, duque de York, quien acaba de pagar una fortuna —16 millones de dólares, dicen— para zanjar una demanda por acoso sexual, puede dar fe de ello.

“El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”, escribió García Márquez en El otoño del patriarca. Ojalá que los Bidzina Ivanishvili del mundo no se enteren.


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