Batirse

batirse

Leí hace poco que solemos conmemorar los quinquenios porque son cinco los dedos de la mano. La explicación se me antojó correcta para hablar de un cuarto de siglo en particular, el que lleva sobre este mundo Diego Alatriste y Tenorio, el héroe literario creado por Arturo Pérez Reverte, que se ganó su espacio a punta de espada y daga.

A Pérez Reverte se le ocurrió que una novela de aventuras, con un viejo soldado de los tercios como protagonista, era una buena excusa para contarle al mundo la España de los Austrias y el Siglo de Oro, con sus luces y sus sombras. Y ya van siete, de Las aventuras del capitán Alatriste (1996) a El puente de los asesinos (2011).

Hay quien desprecia —cosa de los prejuicios que abundan en el mundo de las artes— la obra de Pérez Reverte. Pero, voto a dios, que si hay una saga de capa y espada que beba con destreza de los clásicos de Salgari y Dumas, pero capaz de valerse por sí sola, esa es la de Alatriste. Y estoy dispuesto a desenvainar el acero y batirme en un callejón solitario contra el que opine lo contrario.

Crear un héroe literario tiene su mérito… y su carga. Lo supo bien Conan Doyle, cuando tuvo que, por presión del público, revivir a Sherlock Holmes. Pérez Reverte ya nos dijo cuándo, dónde y cómo muere Alatriste. Y sin embargo, llevamos años esperando una nueva entrega que nos acerque a ese final. ¡Pardiez, ojalá llegue pronto!


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