Aparecer

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¿Qué pasa con las cosas que perdemos? A veces, simplemente, te esperan. Pasa con los paraguas olvidados que nadie se atreve a llevarse, puede que nadie los necesite o puede ser que nadie se anime porque no hay nada más engorroso que un paraguas.

Acabo de recordar una tira de Liniers de un hombre abandonado por su paraguas, pero eso es otra historia.

¿Cuánto tiempo te espera lo que has perdido? Décadas, a veces. Aunque dejemos de buscarlo. Sobre el techo de la iglesia de Santo Tomasso, en Ascoli Piceno, dormían el sueño del olvido un par de decenas de balones. El proceso de restauración del templo, afectado tras el terremoto que sacudió el centro de Italia en 2016, incluyó una limpieza del tejado. Llovieron balones.

Quien no haya perdido una pelota que dé un paso al frente. El que no haya querido treparse al techo de su casa, que lo haga ahora. Recuerdo la primera vez que subí al de la mía. Me pareció que era más pequeño el hogar si solo le veía las tejas. No encontré las pistolitas de agua que mi mamá había arrojado al techo, cansada de que nos disparáramos chorros dentro de la casa, mojando el piso, las camas, los muebles. Ella lo niega aún y yo no tengo testigos. La ausencia de las armas en aquella exploración a dos aguas le da la razón.

¿Recordará aquel niño italiano el día en que calculó mal el rechazo y aquel “tiro alla viva il parroco” terminó en un balón perdido?


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