Aferrar

El hombre viste una chaqueta naranja. Es invierno, hace frío. Está sentado sobre una montaña de escombros, pero se adivina que antes hubo allí una casa. O muchas, una sobre otra. Está sobre una pila de escombros. Se pueden ver un colchón, los restos de una ventana, una silla patas arriba, una cortina…
El hombre, con la espalda contra los restos de la edificación, mete la mano entre las lozas de cemento para aferrarse a algo y se le ve incómodo en esa posición. Se llama Mesut Hancer, es turco, vive en Kahramanmaras, una de las ciudades devastadas por el terremoto.
Lo que sostiene, aquello que no quiere soltar, es la mano de su hija Irmak, de 15 años. Mesut Hancer fue capturado allí y así por el fotógrafo Adem Altan, de la AFP. Al magnificar la fotografía se ve el detalle: parece que la mano de la niña se cerrara sobre la de su padre, como si también ella se aferrara a él. No es posible: no hay vida ya en Irmak, sepultada bajo los escombros.
Mesut Hancer parece mirar hacia la nada. En qué piensa aquel hombre que sujeta la mano de su hija muerta.
Hay quien dice que la foto es cruel e indolente. Yo creo que es real y desoladora, y por eso mismo necesaria. Allí está resumido todo: la destrucción, la pérdida, el dolor, la sobrevivencia, lo trágico. Basta una foto para comprender que todos podemos ser Mesut Hancer.