Tiempo de barbarie

El ambiente se ha enrarecido en Colombia en los últimos meses. Hasta uno se atrevería a decir que aun más en los últimos días. Horror y zozobra son el pan de cada día.
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Brutalidad policial, masacres en los campos, desplazamiento forzado, asesinatos de líderes sociales, exterminio de exguerrilleros —obviamente, ya desmovilizados—, feminicidios, homicidios a integrantes de la comunidad LGBT, poblaciones civiles en medio de grupos armados…
Nadie puede estar tranquilo ni menos conforme en las calles de Envigado ni El Poblado con semejante realidad. Aquí, donde nacieron líderes que lucharon por la libertad de los esclavos, la Independencia y el fin de las injusticias coloniales. Y no puede haber sosiego, porque lo que les pasa a unos nos pasa a todos; ahora la geografía nacional está dominada por la barbarie y a esta no se le vislumbra final.
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¡Como si no tuviéramos bastante tensión con la pandemia! No solamente disparan los que tienen armas; también lo hacen quienes están armados de palabras y de ideas. Estos, lejos de unir, siembran odio y espanto. En declaraciones a los medios, funcionarios les cuelgan la lápida en la espalda a otros funcionarios, o se las cuelgan a sectores de la población como los estudiantes y los jóvenes. Los estigmatizan.
Volvimos a la zozobra de los primeros diez años de este siglo XIX, cuando los periódicos y los noticieros solo hablaban de muerte e injusticia. La realidad nos desborda. La impotencia se apodera de los ciudadanos comunes, porque tememos que, en el país del absurdo, como resultado de “exhaustivas investigaciones”, las víctimas terminen siendo los culpables.
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Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com