No hay verano ni invierno

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Lo dicho está dicho y sin discusión: “Las estaciones se suceden de la misma manera que en la mayor parte de la Zona Tórrida, esto es, se conocen dos, verano e invierno: la última cuando llueve, y la otra cuando deja de llover”.

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Esta definición es del envigadeño Manuel Uribe Ángel. La emitió en Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia en Colombia, que editó en París en 1885. Con ella se refiere al clima de nuestra región.

A renglón seguido, señala que los meses de lluvia son, por lo general, de marzo a junio y de septiembre a diciembre, pero que esto depende de demasiadas variables, de modo que no puede contarse con ello.

Los sabios son así: dueños de sentencias y enunciados iluminados, que salen de sus plumas como si fueran los asuntos más simples del mundo, desprovistos de adornos, pero colmados de profundidad.

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Tal vez el mismo Uribe Ángel jamás imaginó que esta sencilla definición habría de adquirir más vigencia y significado en el siglo XXI que en su tiempo. Porque a las variables ambientales de entonces hay que sumarles ahora, cómo no, las del (re)calentamiento global, que hace más de cien años no se conocían.

Lluviosa o seca, él no notaba nada imperfecto a su tierra. En su libro Colón, América, Medellín (1892), describiendo el Valle de Aburrá, dice:

“Dirá usted: “Este escritor, aunque de modo imperfecto, como que tiene tendencia a pintarnos un paraíso”, a lo cual responderé yo, buena y simplemente, que no tengo culpa de que sea tan hermosa esta tierra”.

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Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com


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